((**Es15.299**)obra
planeada. El Obispo respondió afirmativamente a
una y otra pregunta; a ello siguió un Rescripto de
aprobación con la asignación de doscientas
cincuenta liras anuales para entregar a los
salesianos durante los tres primeros años de su
estancia en Faenza.
Tan inesperado acto de generosidad reavivó el
entusiasmo de los amigos de Faenza, de forma que
doce sacerdotes cooperadores se reunieron en
comisión permanente, bajo la presidencia del
Vicario General, para animar y acelerar la
realización. Tres de ellos fueron a Turín en el
mes de mayo de 1880 para vencer las últimas dudas
del Capítulo Superior. En una reunión que tuvieron
con don Miguel Rúa, don Celestino Durando y don
Juan Cagliero, se esbozó un convenio en el que
figuraba la promesa de enviar tres salesianos a
Faenza en el mes de junio, con tal de que el local
destinado estuviera preparado de acuerdo con las
necesidades correspondientes.
Se emprendieron los trabajos de restauración, y
empezó a correr por Faenza la voz de que iban los
jesuitas expulsados de Francia; lo que suscitó
protestas y amenazas de manifestaciones por parte
de alborotadores anticlericales, que atizaban las
iras del pueblo, presentando a aquellos religiosos
como maestros inmorales y sembradores de
discordias ciudadanas. Pero, aclarada la cuestión,
el buen sentido de la mayoría redujo al silencio
el griterío de los mal intencionados.
((**It15.342**)) Entre
tanto, la Comisión de los doce multiplicaba las
sesiones para solventar las dificultades que se
iban presentando por parte de la Hacienda pública
y de la provincia; con estas causas de retraso se
llegó a fines de 1880, sin que la casa reuniese
las condiciones para ser habitada. En el 1881
volvió el Obispo a Roma y creyó oportuno asegurar
al Papa que los Salesianos irían en breve a
Faenza.
-íBravo, muy bien!, exclamó León XIII, será una
suerte para su diócesis.
Ante las apremiantes prisas de los de Faenza,
respondió el Capítulo Superior, anunciando la
próxima llegada de un visitador. En efecto, a
finales de marzo, llegó el ecónomo general, don
Antonio Sala, que iba a Roma para la iglesia del
Sagrado Corazón. Le gustó mucho el local, dio
algunas normas para el arreglo definitivo y
determinóse, de común acuerdo, que la casa se
llamaría de San Francisco de Sales. Mas parecía
que todo se confabulaba contra aquella casa. Diez
días después de la partida de don Antonio Sala,
llovió sobre Faenza un buen número de ejemplares
del periódico Secolo de Milán, con la torpe
acusación contra los salesianos de Alassio 1. Fue
un momento
1 Véase anteriormente la pág. 130.
(**Es15.299**))
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