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((**Es15.294**) intención de renovarlo, pues deseaba vender. Había que desalojar la casa. Don Bosco ordenó al Director que buscara un lugar donde acampar de modo definitivo. No convenía adquirir aquella propiedad, ni tampoco continuar allí, porque existían muchas servidumbres. En las fiestas, por ejemplo, durante los recreos había mil ojos que todo lo contemplaban como desde un anfiteatro. Don Miguel Rúa, en previsión de cualquier eventualidad, ya había visitado varias localidades por aquellos parajes, mas sin determinarse todavía por ninguna. Don Faustino Confortóla, que seguía las investigaciones, dio con un sitio muy conveniente, según reconocían todos aquellos a quienes se pedía su parecer, por su situación, por su superficie, por lo construido y hasta por su precio. Por la izquierda corría la calle Fray Angélico, cerca de la calle Cimabue. El padre José Franco, hermano del padre Segundo, jesuita también como él y muy conocedor de la ciudad, dijo al Director: -Escriba a don Bosco que no encontrará en Florencia un lugar mejor que éste para su obra y para hacer mucho bien a la población. En esta parte de la ciudad crece la gente totalmente pagana. No hay iglesia, ni sacerdotes y, por tanto, pronto no sabrán qué es religión ni qué son los sacramentos; y, lo que es peor aún, está astutamente rodeada por los Evangelistas que han puesto en medio de ella su guarida y van haciendo fáciles conquistas de toda especie. Pero, si los Salesianos establecen allí su internado, su oratorio, sus escuelas externas, y la iglesia para ((**It15.336**)) el culto público, inutilizarán los esfuerzos de los protestantes, Dios será glorificado y se salvarán las almas. Que mande don Bosco cuatro hombres de Dios y basta. Y diga a don Bosco que, cuando llegue el día afortunado en que abra al público un nuevo templo, entonces cuatro sacerdotes no darán abasto para confesar, ya que los florentinos son de gran rectitud y cuando conocen el bien lo aman y lo siguen apasionadamente. Don Faustino escribió todo esto a don Bosco el 10 de junio. El Arzobispo, por su parte, no sólo impulsaba la compra, sino que exhortaba a no perder tiempo, porque los protestantes no perdían de vista a los Salesianos y, si se tardaba, podría darse ocasión al diablo a que metiera allí sus cuernos. Don Boco organizó una sociedad compradora compuesta por cinco salesianos, a los que se sumó también el Arzobispo, representado en las actas por un eclesiástico, mientras los otros entregaron poderes notariales a don Faustino Confortóla. La vendedora era la señora Juana Glotz. Las cosas se hicieron verdaderamente deprisa; tanto que, el 5 de septiembre, estaba preparada la escritura de compraventa (**Es15.294**))
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