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llovían en Turín las cartas llenas de las más
halagadoras promesas; y ahora que don Bosco está
aquí, lo cercan como diciendo: ahora que ya
tenemos a don Bosco, le impondremos las
condiciones que queramos.
((**It15.333**)) No
eran de este parecer dos de los socios que habían
estado más directamente en relación con él, a
saber, los señores Rastrelli y Lucaccini; pero,
más que ningún otro, disentía el Arzobispo, que
desaprobó presentaran a don Bosco, a su paso por
Florencia, aquellas condiciones inconvenientes. No
se le quiso oír; pero al menos consiguió que se
formulase otro proyecto sin tantas cláusulas
odiosas. Don Bosco se lo llevó a Roma, donde se lo
entregó a don Miguel Rúa para que lo examinase:
pero se vio que tampoco con él se conseguía la
independencia económica y la libertad de acción
que él quería. Pero, cuando estuvo de vuelta en
mayo, ya había triunfado el trabajo de
conciliación del Arzobispo: se hizo la entrega y
la Sociedad Obrera, en vez de tantas condiciones,
se contentó con una exposición compilada por don
Miguel Rúa con finísimo tacto y que él mismo
presentó a la Comisión 1.
No queremos decir con esto que desaparecieron
todos los inconvenientes, sino que don Bosco les
quitaba importancia. íAy de él, si hubiera sido
fácil a resentimientos y desalientos! Las puertas
de algunos señores, especialmente las del
presidente de la Asociación Obrera, esta vez
quedaron cerradas para él. De su conferencia, sólo
sacó doscientas cuarenta y ocho liras con ochenta
y un céntimos; ninguna hasta entonces había
producido tan poco. A tan escaso resultado
contribuyeron probablemente la desconfianza de
algunos limosneros, que eran miembros de la
Comisión, y la desconfianza de otros en los
salesianos a causa de los rumores que corrían.
Porque hace falta saber que la Comisión había
repartido durante la conferencia unas hojas
impresas, para hacer saber a todos que los de la
Comisión entregaban <> y para dar cuenta al público en
nombre de la Asociación obrera, de las limosnas
recibidas y de los gastos efectuados. Se daba como
efectivo en ellas un total de dieciocho mil
treinta y una liras, con cincuenta y seis
céntimos, que en gran parte ((**It15.334**)) sólo
eran promesas.
Se entregó oficialmente una hoja a don Bosco,
el cual diola un vistazo, quedóse un momento
pensativo. y, después, moviendo levemente la
cabeza, la devolvió sin proferir palabra. Cuando
se disponía
1 Véase: Apéndice, doc. núm. 47.
(**Es15.292**))
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