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El no daba un paso, sin rendir cuentas de ello
a don Bosco, que se encontraba en Marsella, y
también, por orden suya a don Miguel Rúa. Lo hacía
en largas cartas, llenas de garbo y buen humor. Se
marchó, dejando tras sí y llevándose consigo las
mejores impresiones.
<>.
Y escribía también al Maestro de Novicios, don
Julio Barberis 2:
<((**It15.320**)) unos
hombres grandes e inteligentes. Pudiera ser que
alguno de ellos sea elegido por Dios para hacer
milagros en estas tierras, donde se nos presenta
un amplio campo de trabajo. Y piensen que es la
tierra de las Teresas, los Ignacios, los Santos
Domingos, los Avila, los Rodríguez, los Isidoros y
los Santos Tomás de Villanueva>>.
Entre los novicios que oyeron leer estos
pronósticos, se encontraba precisamente el
destinado por la Providencia para difundir y
organizar la Obra Salesiana en España, don Felipe
Rinaldi, tercer sucesor de don Bosco.
El Siervo de Dios pasó de Marsella a Niza y, en
cuanto pudo tener un rato libre, quiso satisfacer
su deuda con el Marqués de Ulloa y con el
Arzobispo de Sevilla. Escribió así al primero:
Ilmo. Sr. Marqués de Casa Ulloa, Don Diego:
No sé cómo manifestar mi agradecimiento a V. S.
por la caridad tenida con mis hijos los
Salesianos, que merecieron el alto honor de ser
huéspedes de su Casa. De todo ello guardo la mayor
gratitud y Dios sabrá compensarle dignamente.
Tengo, sin embargo, la más viva esperanza de
que seremos honrados con una visita suya a Turín
y, entonces, podré agradecer personalmente todo lo
que ha hecho y está dispuesto a hacer por nuestra
humilde y naciente Congregación.
Dios le bendiga, generoso y queridísimo Señor
Marqués, y conserve en salud y gracia a toda la
familia.
Celebraría mucho poderle contar en el número de
nuestros más insignes bienhechores
1 Sevilla, 30 de enero de 1880.
2 Sevilla, 31 de enero de 1880.
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