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en el anterior volumen, don Juan Cagliero fue a la
capital de Andalucía, acompañado del coadjutor
José Rossi. Llegaron el 24 de enero. El Arzobispo
les abrazó con efusión, manifestando su alegría
por ver a los hijos de don Bosco y dando gracias
al Señor. Con Su Excelencia los esperaban el
Marqués, su hijo Antonio y su yerno, Enrique
Muñoz. El Marqués, que ya tenía 71 años, venerando
patriarca y hombre de fe de antiguo cuño, quería
ver antes de morir a los Salesianos establecidos
en Utrera, su patria chica. Toda su familia,
animada del mismo espíritu católico, secundaba su
deseo. A don Juan Cagliero parecióle ver en él una
copia del argentino Francisco Benítez. El
Arzobispo hablaba a todos con santo entusiasmo de
don Bosco y de sus instituciones.
El hijo y el yerno del Marqués acompañaron a
los huéspedes a Utrera. Monseñor había comunicado
oficialmente su llegada al párroco de la
población, por lo que todo el clero se puso en
movimiento para hacerles un buen recibimiento.
También el alcalde, católico ejemplar, no sólo
acudió a darles la bienvenida, sino que se puso a
su disposición durante dos días para hacerles de
guía y visitar iglesias, escuelas y otros
establecimientos.
Utrera está situada a treinta kilómetros de
Sevilla, hacia el sudoeste, en medio de una
dilatada y fértil llanura, dedicada al cultivo del
trigo y poblada de olivos y ganado; pero su mayor
nombradía le viene de ser el lugar más importante
de España en la cría de toros destinados a las
corridas y de los llamados ganaderos. Contaba en
aquel tiempo con poco más de doce mil habitantes:
católicos, aunque como en tantísimos ((**It15.319**))
lugares de España, poco practicantes. Por eso, los
protestantes aseguraban allí su porvenir sin
dificultad. La gente sana esperaba que los
Salesianos lograran despertar de la indiferencia
religiosa a la población y desalojar a los falsos
predicadores.
Había en la ciudad varias iglesias, dos de las
cuales eran verdaderas catedrales del siglo XV;
pero algunas habían quedado casi abandonadas por
falta de clero. El Arzobispo dejó a los Salesianos
que eligieran la que mejor les pareciera de entre
ellas. Don Juan Cagliero puso sus ojos en la
iglesia del Carmen, por estar más céntrica y
cómoda para el público y también a mayor distancia
de la parroquia. Como era pequeñita la vivienda
adjunta, el Marqués puso a disposición de los
Salesianos la mitad de una bonita casa que poseía
allí cerca, mientras no se acomodaran de otro
modo. Habiendo llegado entre tanto la fiesta de
San Francisco de Sales, don Juan Cagliero dio
aquel día una conferencia en dicha iglesia e
inscribió después a los primeros cooperadores
salesianos españoles.
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