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No pudo don Bosco hacer públicamente nada en
ello; una vez que su plan fue descartado, no se
sentía con ánimos para ocuparse de la empresa con
fruto. Con todo, habiéndose interesado varias
veces por obtener distinciones caballerescas,
inducía a los que las solicitaban a contribuir
((**It15.316**)) con
cuantiosas limosnas a la construcción del
hospital. Ademas, al abandonar la idea de
construir una iglesia, el hospital se quedó
también sin una capilla interna, lo que no
extrañaba, ya que la Orden de San Mauricio y San
Lazaro, transformada en una orden civil y
anexionada a la de la Corona de Italia, quedaba
sujeta a la condición de las instituciones
laicales. El Beato, pues, habiendo ido a visitar
el nuevo edificio, preguntó a Correnti cómo se
atendería al servicio religioso. Este esquivó la
respuesta, diciendo que se habían seguido las
indicaciones de los sanitarios, que a su vez
habían sugerido sus exigencias a los arquitectos.
Entonces, por insinuación de las Religiosas, que
le habían hecho objeto a su llegada de cordiales
muestras, señaló una sala que podía ser
acondicionada sin dificultad para tal fin.
Correnti calló, pero satisfizo su deseo; y, de
esta forma, los hospitalizados debieron a don
Bosco la suerte de tener al lado el Santísimo
Sacramento para alivio de sus dolores.
(**Es15.278**))
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