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Pero la oposición, ora bajo cuerda, ora
manifiesta, no cesaba de molestarle. Llególe
también el momento a monseñor Gastaldi, el cual se
opuso a que se transfiriera la parroquia,
quejándose de que no se le hubiera pedido el
parecer antes que a nadie: que le correspondía a
él designar las iglesias parroquiales y que, por
tanto, ponía su veto. Tenía, en efecto, todas las
razones y todos los derechos, pero el haber
expuesto una opinión no era, ni mucho menos,
invadirle su campo.
Tanta publicidad obligó a Correnti a reunir el
consejo de administración del hospital, rogando
también a don Bosco que asistiera. Este se
presentó acompañado del coadjutor Pelazza, que se
quedó esperando en la antesala. Expuesto que hubo
el programa a los presentes, quiso cada uno
exponer su parecer sobre el modo más seguro para
conseguir el dinero necesario. Intervinieron todos
y don Bosco callaba. Por fin, impuso silencio
Correnti y dijo:
-Oigamos a don Bosco.
Expuso entonces el Siervo de Dios cuanto había
manifestado por escrito al Rey, demostrando que
era de éxito seguro. Pusiéronle objeciones hasta
que él, sonriendo, salió con esta propuesta:
-Pues bien, yo diré cuál es el medio más
expedito para obtener una suma extraordinaria.
Invítese a todos los Caballeros de San Mauricio y
San Lázaro y a todos los de la Corona de Italia 1
a que cada uno contribuya con diez o veinte liras.
Se verá cómo todos aportarán con gusto, y íson
tantos los Caballeros!
Ante una salida tan original, todos rieron y se
acabó la cuestión.
Levantada la sesión, Correnti acompañó a don
Bosco hasta la puerta, le besó la mano y se
encomendó a sus oraciones. Pelazza, lleno de
admiración al ver tales demostraciones ((**It15.313**)) de
afecto en su personaje de tanta categoría, ya de
regreso a casa, manifestó a don Bosco su
maravilla. El Beato, por el camino, le respondió:
-Correnti es un hombre de muy delicados
sentimientos. Si no fuera porque está ligado a las
sectas, haría mucho bien. Con todo, si en punto de
muerte pudiera tener a su lado a don Bosco o a
otro sacerdote, estoy seguro de que se confesaría.
Correnti murió en Meina, ocho meses después de
que don Bosco dejase la tierra. En sus últimos
días, le visitaron monseñor Anzino, capellán de la
Corte, y el párroco, a quien le hizo llamar.
Solamente se vio que éste le administró la santa
Unción 1.
1 Esta Orden de Caballería, instituida por
Víctor-Manuel II en 1868, para conmemorar la
anexión de Venecia a Italia, había sido agregada a
la de san Mauricio.
1 Unit… Cattolica, 7 de octubre de 1888.
(**Es15.275**))
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