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Bosco. Se acordó, por tanto, de él con ocasión de
la construcción del Hospital, y habló de él al Rey
como de un hombre de gran habilidad para encontrar
dinero y llevar a cabo obras grandiosas. Agradó al
Rey la sugerencia, por lo que se acordó escuchar
su parecer en una empresa tan grandiosa, pero de
forma que todos los trámites permaneciesen en
secreto.
Correnti visitó varias veces a don Bosco de
parte del Rey. El Beato aceptó de buena gana
estudiar el proyecto, ofreciéndose, además, para
dirigir su puesta en marcha; pero a condición de
que su nombre no apareciera y, sobre todo, que
nadie se metiera a estropear sus planes.
<>. Correnti le advirtió
que era voluntad del Rey que no pusiera ni un
céntimo de su bolsillo, pues ya sabía Su Majestad
la cantidad de obras que llevaba entre manos; que
únicamente deseaba presentara sus proyectos y no
quería que ningún otro se entrometiera. Hizo aún
más el Rey: deseó saber si don Bosco podría
hacerse cargo de la dirección ((**It15.310**)) moral
del hospital por medio de sus Salesianos. Don
Bosco respondió que no era contrario a servir en
esto a Su Majestad.
Y, hechas estas primeras diligencias, el Siervo
de Dios puso la mano en la obra. Estudió, examinó
el terreno y trazó su plan. Se trataba de
organizar una gran lotería de dinero, con
cantidades determinadas de premios y un número
señalado de billetes con su precio
correspondiente. Para la distribución de los
mismos y para el cobro del dinero, se elegirían
doscientos respetables señores, pero no de los que
los liberales llamaban hombres de sacristía y
tampoco de los contrarios a la religión; bastaba
que fuesen personas gratas a la Corte. Estos,
constituidos en junta nacional, procurarían
despachar los billetes, enviándolos especialmente
a todos los Caballeros de la Orden de San
Mauricio. Por fin, don Bosco se puso de acuerdo
con el banquero Musso, para que preparase
enseguida y tuviera a disposición el capital
necesario. Y éste, barruntando un negocio bueno y
seguro, porque con don Bosco no se corrían
riesgos, se prestó a secundarlo.
Se preguntará por qué don Bosco se embarcó en
esta aventura. El tenía por mira el bien
espiritual de los enfermos, más que ninguna otra
cosa, y preveía que no se pensaría en ello. Por lo
cual, se apresuró a sugerir que, junto al
hospital, se construyese una iglesia destinada a
dos fines: satisfacer las necesidades religiosas
de los enfermos y del personal encargado de ellos
y atender al barrio vecino de la Crocetta, cuya
iglesia parroquial resultaba demasiado pequeña
para una feligresía en constante aumento. Que, si
a la Orden de San Mauricio le
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