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buenas, acogido por don Bosco en sus amplios
brazos, una vez que venció las primeras
dificultades, se aficionó tanto al Oratorio que no
se quiso alejar más de él. Se trata de don Pablo
Ubaldi, salesiano, profesor de griego en la regias
Universidades y al presente profesor muy apreciado
en la Universidad Católica de Milán 1.
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P I S A
Pisa llamó la atención de don Bosco en 1880. El
padre jesuita, Emilio Pardocchi, que residía allí,
estaba de paso por Lucca, precisamente cuando don
Bosco daba la conferencia a los Cooperadores.
Quiso asistir a ella y quedó muy impresionado con
sus palabras. Sostuvo una conversación con él y le
expuso tan al vivo las circunstancias religiosas
de Pisa, infestada también por los protestantes,
que el Siervo de Dios se mostró dispuesto a ir a
fundar allí, y le encargó que hablara con el
Arzobispo, monseñor Pablo Micaleff. Este, ya
anciano y enfermo, al oír esto, levantó los ojos
al cielo y exclamó:
-íOjalá fuera verdad! Venga, venga don Bosco,
no deseo más, y entonaré el Nunc dimittis.
También al Vicario General, monseñor Ricci, le
pareció tan bonito que no podía creerlo. Los
Cooperadores de la ciudad, entre los que figuraba
el profesor José Toniolo, que prestigió la cátedra
de economía política, uniendo a su alta ciencia
una extraordinaria piedad cristiana, empezaron a
estudiar entre ellos el modo de apresurar tan
fausto acontecimiento.
La muerte del Arzobispo no detuvo la
iniciativa, tanto más que su sustituto, monseñor
Fernando Capponi, era del mismo parecer. Y se bajó
al terreno de los hechos. En el barrio de Porta a
Piagge había una casa llamada de los Ejercicios,
con iglesia pública al lado y dedicada al apóstol
Santiago: casa e iglesia se proyectaban para ser
cedidas a don Bosco. Allí cerca tenían su convento
las Salesas o Religiosas de la Visitación, las
cuales no dejaban de rogar a don Bosco, con sus
cartas, que enviara pronto a los Salesianos. En el
mes de junio de 1883, el Arzobispo redactó un
borrador de convenio detallado, que don Bosco no
pudo aceptar porque el conjunto presentaba tan
precario aspecto que, a pesar de toda la buena
voluntad, no ofrecía suficiente garantía. ((**It15.307**)) El
Siervo de Dios contempló después desde el cielo la
entrada de
1 En junio de 1885, el pequeño Ubaldi, alumno
del segundo curso de bachillerato, leyó en la
fiesta dedicada a don Bosco, en su día onomástico,
una composicioncita suya en griego; cuando fue a
besarle la mano, se esperaba alguna palabra de
felicitación y, en cambio, don Bosco le dijo:
<<ívaya con el helenista! íCon el tiempo te
haremos profesor de Universidad!>>
(**Es15.270**))
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