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También se abrió la casa de Marsala el año
1892, aun cuando la correspondencia con don Bosco
sobre el particular comenzó en 1879. El sacerdote
Sebastián Alagna había empezado a poner las bases
de un asilo para niños pobres, recogiendo a cierto
número de ellos en el exconvento de frailes
Conventuales, que el Ayuntamiento había puesto a
su disposición. La beneficencia pública le
suministraba los medios para ir tirando. Mas, no
sintiéndose con fuerzas para continuar, acudió a
don Bosco, pidiéndole <>. Pero no fue posible darle más respuesta
que la de siempre: la de los buenos deseos a largo
plazo. Entre tanto, el padre Alagna empezó a
construir un edificio con el dinero que le
proporcionaba la caridad de las almas buenas, y lo
denominó Casa de la Divina Providencia. Lo
sostenía, sin embargo, siempre la esperanza de
poner un día todo en manos de don Bosco; de ahí
que, al crecer de la familia, crecieron también
sus insistencias que no dejaron en paz al Beato y
a su Sucesor, hasta que no se cumplieron sus
deseos, como ya hemos dicho.
M A Z Z A R A, P I A Z Z A A R M E
R I N A Y N O T O
Marsala pertenece a la diócesis de Mazzara. Dos
obispos de esta ciudad invitaron sucesivamente a
don Bosco y a sus Salesianos para dirigir su
seminario menor en los años 1883 y 1885; pero
tuvieron también que abandonar toda esperanza,
ante la imposibilidad de encontrar personal para
ello. También el obispo de Piazza Armerina,
monseñor Gerbino, había insistido encarecidamente
a don Bosco el año 1880, para que aceptase la
dirección, la ((**It15.299**))
administración y parte de la enseñanza en el
seminario diocesano. <>.
Volviendo al año 1879, encontramos que monseñor
Juan Blandini, obispo de Noto, ansioso de ver
surgir en su diócesis un buen colegio, se
encomendaba con toda insistencia a don Bosco; al
no ser atendido en ello, pidióle dos salesianos
para organizar un oratorio festivo en la ciudad;
desilusionado por segunda vez, volvió a escribirle
para conseguir tres Hermanas, a quienes encargar
las escuelas de niñas de Ferla. Así comenzaba su
carta, dirigida a don Miguel Rúa, el 26 de julio
de 1883:
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