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pasar, tan buenos, tan simpáticos, tan joviales y,
al mismo tiempo, tan modestos>>.
Los habían visto cuando pasaban para ir a
Randazzo.
Don Celestino Durando no pudo más que notificar
las buenas disposiciones de don Bosco para dar
comienzo a un colegio-seminario <> 1. como tardara en efectuarse tal
posibilidad, el Arzobispo acudió a la intercesión
de don Pedro Guidazio ante el Capítulo Superior,
escribiéndole 2: <((**It15.291**)) Abra
al mismo mi corazón, dígale que sé amar y que los
Salesianos serán mis hijos s, las piedras
preciosas de mi mitra episcopal, la delicia de mi
corazón, los compañeros de mis alegrías y el
alivio de mis dolores (... ). Soy un pobrecillo
que pide un mendrugo de pan para su esposa a las
puertas de don Bosco>>.
Algunos meses después volvía a escribir 3,
partiendo de un pensamiento que ya encontramos en
los puntos de la pluma de otros altos prelados
sicilianos:
<<íCómo no, América! Pero las condiciones en
que me encuentro merecen una absoluta preferencia
por encima de todos los demás. Hay mucho,
muchísimo que hacer aquí, y yo estaré siempre a la
cabeza de mis queridos hijos los Salesianos.
Pregúnteselo a ellos si los quiero. Cuando tengo a
uno en mi casa, es para mí un día de gran fiesta.
íAh! Si pudiera usted venir un día a Sicilia (...
). Ya le escribí que iría a recibirle hasta
Reggio, si es que no quiere venir por mar desde
Nápoles>>.
Acaso, medio en serio medio en broma, don Bosco
le había puesto como condición para enviarle
Salesianos, que Monseñor le consiguiera de Roma la
comunicación de los privilegios. Y, habiendo ido
el buen Prelado a la Ciudad Eterna, hizo realmente
cuanto pudo, pero no logró nada, como diremos en
otra parte. Mas no fue por tal motivo que los
Salesianos no llegaran entonces a encargarse del
seminario de Mesina; más aún, le hubiera resultado
muy cómodo a don Bosco abrir un internado, bajo
las apariencias de seminario, pues así se hubiera
librado de las exigencias de la autoridad escolar.
La verdad es que, a pesar de las seguridades del
Arzobispo, no se veía claro cómo conciliar la
presencia de un Rector al frente, ya que no había
posibilidad de removerlo, con la independencia que
don Bosco consideró siempre necesaria para sus
casas. Además, estaban las cosas montadas
1 Carta de Monseñor a don Celestino Durando,
Mesina, 20 de agosto de 1881.
2 Carta, 27 de mayo de 1881.
3 Carta a don Bosco, 1.° de octubre de 1881.
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