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nuestro Dios y nuestro Rey, que el mismo don Juan
Bonetti había escrito con la intención práctica de
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combatir las blasfemias que cierto periodicucho,
sacrílegamente llamado Jesucristo, vomitaba entre
la gente 1.
Pero, cuando su Eminencia le respondió,
monseñor Gastaldi ya no estaba entre los vivos: el
día de Pascua, por la mañana, lo habían encontrado
frío cadáver.
Ya era inútil insistir sobre los incidentes que
se lamentaban.
<>.
La muerte del Arzobispo hizo surgir la duda de
si las disposiciones contenidas en la Concordia,
respecto a don Juan Bonetti, seguían en vigor. El
interesado consultó a la Sagrada Congregación del
Concilio, cuya respuesta fue: Nihil innovetur:
nada se cambie hasta el ingreso del sucesor. Pero
él ardía en deseos de quitarse de encima el odioso
gravamen. El tercer artículo establecía que,
después de un año de alejamiento de Chieri, le
sería lícito volver, pero sólo por circunstancias
especiales. Cumplido, pues, un año desde la firma
de la Concordia, pidió ser absuelto de toda
condición sobre el tiempo. El Papa acogió
buenamente la solicitud y revocó plenamente la
disposición 2.
Esta decisión del Padre Santo se comunicó
oficialmente a don Bosco por la Sagrada
Congregación, con un rescripto, en el que se
declaraba que dicha disposición no tenía ya ningún
valor post Archiepiscopi funus. Sobre el papel
que contenía el suspirado decreto, escribió don
Juan Bonetti: <> 3.
Pero no todo concluyó para la historia. Quedan
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todavía dos puntos oscuros, que piden
esclarecimiento. El primero es sobre el comienzo
del proceso criminal. Los decretos de la Curia de
Turín, que citaban a don Juan Bonetti y a don
Bosco para responder sobre los opúsculos,
designaban al teólogo Miguel Sorasio como defensor
oficial de la acusación, precisando que había
apoyado su denuncia con pruebas suficientes.
1 Apéndice, doc. 40.
2 Carta del card. Nina a don Bosco, 10 de julio
de 1883.
3 Apéndice, doc. 41.
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