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respuesta del Cardenal, la cual fue un poco
severa, porque seguramente se le escapaban los
motivos que don Bosco tenía para dudar del origen
verdadero de los artículos.
Reverendísimo Don Bosco:
Su carta del pasado 27 de junio, que me llegó
esta mañana, me ha sorprendido mucho y hasta diría
que me ha entristecido.
Habla en ella como de un proyecto del abogado
Colomiatti, presentado al Padre Santo, agregando
que hay en él cosas de muy difícil ejecución.
Y, por el contrario, yo le participé con la mía
la Concordia, firmada ya por las partes,
acompañadas de la autorización de sus respectivos
Superiores, y cuyos ((**It15.273**))
artículos están inspirados y aprobados
personalmente por Su Santidad y no por Colomiatti.
Esta sola circunstancia debería hacer
desaparecer toda dificultad en su ejecución, si
usted no quiere desmentir y olvidar lo que tantas
veces ha manifestado de palabra y por escrito, a
saber, que en su línea de conducta no quería
alejarse jamás de la voluntad del Padre Santo, en
la que se manifiesta la voluntad de Dios. Volver,
pues, a poner en discusión los artículos aprobados
sería lo mismo que examinar si la voluntad del
Papa está, o no, fundada en principios de equidad
y mirando la utilidad de ambas partes.
Sobre lo cual, debo, además, añadirle que el
Santo Padre me ha notificado en estos días, con
oficio del Secretario de Estado, que le urge estar
seguro de que ya se ha efectuado cuanto se convino
y que él entiende es ya un hecho. >>Qué deberé
responderle? No tengo valor para decirle que no se
ha hecho nada y, más aún, que ahora se presentan
por su parte graves dificultades para su
ejecución; porque prefiero sea usted mismo quien
juzgue la siniestra impresión que experimentaría,
al ver desmentidas con los hechos la docilidad y
sumisión que, de palabra, ha profesado tener; lo
que perjudicaría las disposiciones de benevolencia
que abriga hacia el Instituto.
No quiero suponer que las dificultades surjan
por parte de don Juan Bonetti, pero, si así fuera,
me desagradaría descubrir en usted demasiada
debilidad o deferencia con un subalterno, mientras
que, considerada en su justo valor la condición
que le atañe, no parece que, en el conjunto de los
hechos y de las circunstancias, le resulte a él un
sacrificio imposible.
Vuelvo, por tanto, a rogarle e insistirle, por
cuanto sé y puedo, que no pierda el tiempo con
nuevas observaciones que resultarían inútiles, si
no nocivas, en el estado en que están las cosas;
y, por el contrario, que dé pronta ejecución a
dicha Concordia, para estar yo en condición de
anunciar al Padre Santo, lo antes posible, que ya
es un hecho consumado, proporcionando de este modo
a su ánimo, amargado de mil modos, algún alivio.
Con el sincero aprecio de siempre, créame
De V. S. Reverendísima,
Roma, 3 de julio de 1882.
Afectísimo seguro servidor
L. Card. NINA, Prot.
Entonces don Bosco leyó a sus Capitulares los
artículos de la Concordia. Hubo consternación
general. Don Juan Bonetti estaba irritado
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