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solamente para compilar ((**It15.253**)) el
proceso y enviarlo después a la Congregación del
Concilio, que se reservaba sentenciar. Así, los
imputados no tenían que rendir cuentas a la Curia
de Turín por este proceso 1.
Hacemos sitio para un breve intermedio. La
última semana de enero, se encontraba en Turín el
obispo de Ivrea, monseñor Riccardi, ciertamente
con el beneplácito de su Metropolitano, pues
celebraba la misa doquiera lo invitaran. También
los salesianos le invitaron dos veces, ya que le
rogó don Miguel Rúa que fuera a celebrar la misa
de comunión general del día 29, fiesta de San
Francisco, y don Juan Bta. Francesia le invitó a
Valsálice, para la misma fiesta trasladada dos
días más tarde. Monseñor Riccardi aceptó con gusto
ambas invitaciones, pero después, habiendo ido a
almorzar con el señor Arzobispo, escribió al
Oratorio que motivos imprevistos le impedían
cumplir lo prometido, y, al Director de Valsálice,
que lo sentía mucho, por el mismo motivo. Pero, al
partir de Turín, confesó al teólogo Margotti que
se marchaba muy disgustado, sin poder comprender
cómo un Metropolitano pudiera prohibir a un
sufragáneo celebrar misa en una iglesia de
religiosos, y le encargó que comunicara a los
Salesianos su pesar.
Cuando monseñor Fissore llegó a Turín para
cumplir la misión que se le había confiado, don
Bosco estaba en Roma; por consiguiente, habló con
don Miguel Rúa. El no tenía más que interrogar a
los testigos, si los había, recoger sus
declaraciones y, después, mandarlo todo a Roma;
pero, accediendo al deseo de monseñor Gastaldi,
actuó con la intención de obtener una conciliación
de las partes, en lo que parecía secundarle don
Miguel Rúa. Y hay más, Monseñor había rogado a los
obispos Eula y Riccardi, llegados a Turín, que
buscasen un camino de conciliación por medio de
don Celestino Durando. Los dos prelados fueron a
Valsálice, donde se encontraba don Celestino
Durando con el ((**It15.254**))
teólogo Margotti para una fiesta y, cuando ésta
acabó, le llevaron aparte y le insistieron que
contentara al Arzobispo. Al leer don Bosco las
cartas de don Juan Bonetti y de don Celestino
Durando con estas noticias, casi lloró de pena,
pues vio cómo habían sorprendido la buena fe de
los suyos, e hizo escribir enseguida a don Miguel
Rúa estas textuales palabras:
<> 2.
1 Apéndice, doc. 33.
2 Carta de don Joaquín Berto a don Juan
Bonetti, Roma, 18 de abril de 1882.
(**Es15.227**))
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