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Adjunto copia a Vos, Santísimo Padre, que sois el
Moderador supremo de la Congregación Salesiana
para que conozcáis cómo marchan nuestras cosas.
Mas, si las molestias pasadas fueron graves, no
lo son menos las actuales. Al presente se querría
inducir a nuestra Congregación a abrazar doctrinas
filosóficas que no son del agrado de Vuestra
Santidad, por erróneas o peligrosas. Hasta ahora,
hemos resistido y seguiremos resistiendo a costa
de cualquier sacrificio y tribulación; pero
confieso que necesito oportuno consejo para saber
dar a mis religiosos instrucciones seguras, a fin
de que, en todos nuestros colegios, casas de
formación, seminarios del Piamonte, Italia,
Francia, España y América, podamos seguir
principios netamente católicos con ilimitado
acatamiento al Supremo Jerarca de la Iglesia.
Si, además, en el decenio pasado se nos han
causado bastantes molestias y fastidios, que
distrajeron muchas veces nuestras ocupaciones del
Sagrado Ministerio, y nos hicieron perder un
tiempo inmenso, que hubiéramos querido dedicar
únicamente a mayor gloria de Dios y salvación de
las almas, no parece, ni mucho menos, que tales
molestias y fastidios vayan a disminuir en el
presente.
íPobre de mí! Mientras escribo esta carta y
mientras pende en la Sagrada Congregación del
Concilio la cuestión entre el señor Arzobispo de
Turín y el sacerdote salesiano Juan Bonetti,
recibo una admonición que cita a dicho sacerdote a
comparecer ante el abogado fiscal arzobispal para
que responda a la misma cuestión; y se le amenaza
con penas eclesiásticas, si no se presenta ante
quien se erige en juez en propia causa y en una
cuestión transferida al supremo tribunal de la
Santa Sede. Por tanto, contra lo que todos
esperábamos, continúan las molestias y la pérdida
de tiempo tan precioso, y amenaza hacerse más
intolerable nuestra situación.
Los enemigos de la religión se afanan con
frenesí satánico para arrebatar la fe y las buenas
costumbres de grandes y pequeños, causando mermas
y ruinas lamentables. Los Salesianos ven aumentar
cada día el trabajo que llevan entre manos,
oponiéndose con algún buen resultado al mal que se
desborda. Necesitamos, pues, que nos dejen en paz
y nos ayuden o, al menos, no nos pongan
obstáculos, para hacer el bien, según la finalidad
de nuestra Congregación. De otro modo, no se puede
tirar adelante.
Por todo lo cual, Santísimo Padre, con humildad
pero muy encarecidamente, imploro vuestro
iluminado consejo y vuestro valioso apoyo. Hablad,
que nosotros os escucharemos. No sólo cumpliremos
vuestros mandatos, sino hasta vuestros deseos. No
sólo os seguiremos como a Doctor universal, sino
también como a Doctor privado. Seremos servidores
obsequiosos de vuestra augusta Persona, no sólo
los Salesianos, sino que nos ingeniaremos para
inspirar, alimentar y acrecentar estos mismos
sentimientos en los más de ochenta mil jovencitos
que la divina Providencia tiene hoy reunidos en
nuestras Casas de Europa y América. Seremos, en
una ((**It15.249**))
palabra, totalmente respetuosos con Vuestra
Cátedra Apostólica en todo tiempo y lugar, donde
nos llame el Señor.
Mas, para que podamos cumplir libremente este
nuestro sagrado deber; para que podamos trabajar
intensamente y según las necesidades de estos
tristísimos tiempos; para que el humilde
infrascrito pueda gobernar a sus súbditos como es
necesario, haced llegar Santísimo Padre, una
palabra eficaz al único entre mil miembros del
Episcopado Católico que parece se inclina a
apartar del recto camino a esta pobre Congregación
y pone dificultad sobre dificultad en la Casa
Madre y Centro de las demás, para que no funcione
con la necesaria facilidad y se paralice.
Confío plenamente que Vos, Santísimo Padre, os
dignaréis acoger con paternal bondad la humilde
súplica que, en mi nombre y en el de todos los
Salesianos, elevo a vuestro excelso trono y que
acudiréis en ayuda de tantos devotísimos hijos
vuestros.
(**Es15.223**))
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