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palabras, muchos, si no todos, pidieron ser
inscritos como Cooperadores.
El 1881 fueron franceses los mayordomos de la
fiesta. Ejerció las funciones de mayordomo
principal la conocida Cooperadora, señora Jaques,
que se trasladó expresamente desde Marsella,
aunque ya había estado en Roma en el mes de abril.
Pudo así realizar un vivo deseo de aquella Junta,
que don Bosco apodaba <> (son armée contre le diable). Las buenas
señoras habían pedido a don Bosco unas copias de
la fotografía que le sacaron, como se recordará,
en Marsella; pero él no tenía entonces más y
prometió mandárselas con su firma. Mas, como no
las veían llegar nunca, encomendaron a la señora
Jaques que les llevara le précieux souvenir promis
par le vénéré fondateur (el precioso recuerdo
prometido por el venerado fundador). La Señora,
resuelta a contentar a sus compañeras, consiguió
una fotografía, hizo sacar por su cuenta las
copias que necesitaba y, después, pidió al Siervo
de Dios que las firmara. Don Bosco hizo más: las
enriqueció d'un long et pieux autographe (con un
largo y piadoso autógrafo). Dedicó a ello ((**It15.172**)) todo
el tiempo de las vísperas del día de la Ascensión.
Era evidente el esfuerzo que supuso hacerlo, pero
ello -al decir de las destinatarias- añadió un
mérite de plus aux précieux souvenir (un mérito
más al precioso recuerdo).
El párroco Guiol se hizo intérprete de la
gratitud de todas a la señora Jaques, en la
primera reunión de la Junta 1.
Fue también mayordomo de la fiesta, o petit
Prieur (pequeño Prior), como le llamaban, un
muchachito de seis años, hijo del conde Flayose de
Villeneuve, el de Roquefort, muy amigo de don
Bosco. En el mes de abril de 1880, sufría el
chiquillo una pulmonía. El padre, que estaba muy
abatido, en vista de que no había esperanzas
humanas, telegrafió a don Bosco, que conocía muy
bien al niño. Don Bosco recibió la noticia en
Lucca y celebró por él la santa misa, pidiendo a
María Auxiliadora la gracia de su curación. Pues
bien, como se comprobó después, mientras él
celebraba la misa, acercóse el padre al angelito
para ver si aún vivía, le llamó por su nombre y
oyó, con infinita alegría, que le respondía:
-Papá, dame de comer.
Recuperó los sentidos perdidos, desapareció la
fiebre, se calmó la tos y, sin convalecencia,
recuperó las fuerzas y la salud. Pero, un mes
después, le vino de improviso una grave pleuresía.
Una vez conjurado el peligro, los médicos
prescribieron muy delicados cuidados durante
1 Acta de la Comisión, reunión del 12 de mayo y
8 de junio de 1881.
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