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correr tras las vanidades del mundo; que está
obligada a examinar si tiene algo superfluo en el
mobiliario de su casa, en su persona, en su trato
social; y, si lo encuentra, debe emplearlo en
favor de la religión y de su prójimo. Lo habéis
hecho hasta ahora, continuad haciéndolo,
beneméritas Cooperadoras, a fin de que, unos de
una manera y otros de otra, podamos amar y
glorificar a nuestro divino Salvador, Jesucristo,
y llevar un gran número de almas al Cielo.
Solía, en estas circunstancias, escribir
cartitas a los más insignes cooperadores lejanos,
recordándoles la proximidad de la gran fiesta, ya
que no siendo todavía tan universal, como lo es
hoy, fácilmente pasaba inadvertida. He aquí un
ejemplar de estas cartitas en la enviada al conde
Eugenio de Maistre.
Carísimo Señor Conde:
No le escribo más a menudo, porque sé que anda
muy ocupado con mil cosas, pero me acuerdo cada
día de usted y de toda su familia en la santa
misa.
El Padre Santo me habló mucho en Roma de usted
y de sus señores hermanos, Carlos y Francisco, y
me encargó una bendición suya especial para todos.
El martes, solemnidad de María Santísima
Auxiliadora, se celebrará una misa según su
intención en el altar de nuestra celestial
protectora, suplicándole conceda a toda su familia
mucha salud y el precioso don de la perseverancia
en el bien.
Que Dios le bendiga, mi querido señor Eugenio,
y ruegue por mí que seré siempre en J.C.
Turín, 21 de mayo de 1881.
Su afmo. y amigo
JUAN BOSCO, Pbro.
((**It15.171**)) La
víspera de la fiesta se vio alegrada con la
numerosa concurrencia de las Cooperadoras
turinesas, que acudieron a la conferencia de don
Bosco, y la presencia de los peregrinos franceses
que volvían de Roma, quienes -imitando el ejemplo
de otros compatriotas suyos en años precedentes-
se detuvieron medio día en Turín y dedicaron una
parte del mismo al Oratorio.
A su llegada, se estaban cantando con gran
solemnidad las primeras Vísperas de María
Auxiliadora y, después de la bendición se hizo a
los gratos huéspedes un digno recibimiento con
música, cantos y discursos. Habló también don
Bosco. Recordóles el reciente encuentro en San
Juan de Letrán, les agradeció su visita y prometió
acompañarlos con sus oraciones y las de los suyos.
-Consideradme, dijo por último, a mí y a todos
los Salesianos como a vuestros mejores amigos;
siempre que podamos serviros, seremos felices de
hacerlo.
Después, invitados por el abate Picard,
Superior de los Asuncionistas, que también esta
vez guiaba la peregrinación y pronunció elocuentes
(**Es15.156**))
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