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haciendo para mayor gloria de Dios, provecho de la
sociedad civil y agradables a todos>>.
Hizo a los Cooperadores una exposición
detallada, con sabor a rendición de cuentas en
familia, y que, por eso mismo, se escuchan con
agrado por ((**It15.168**)) un
auditorio invitado para oír cosas que, más o
menos, interesan a todos. Vieron sucesivamente
cómo se encontraban los trabajos de la iglesia e
internado de San Juan Evangelista en Turín, de la
Iglesia de María Auxiliadora de Vallecrosia, de
las escuelas y oratorio de La Spezia, del Oratorio
de Florencia y de la iglesia y colegio del Sagrado
Corazón de Roma. Y oyeron y admiraron después los
trabajos apostólicos de los misioneros y de las
Hijas de María Auxiliadora en Patagonia y Uruguay.
Estaba ya el ánimo de los oyentes muy impresionado
por todo lo oído, cuando don Bosco hizo, con toda
naturalidad, una hábil digresión. Estableció una
comparación entre la vida del misionero y la de
muchos cristianos, que viven entre delicias y no
son capaces de dar una limosna para cooperar a la
salvación eterna de los hermanos.
A los cristianos de tal suerte, dijo, se les
podrían dirigir las palabras que San Pedro
pronunció en una ocasión contra Simón Mago:
Pecunia tua tecum sit in perditionem (que tu
dinero perezca contigo). Tales cristianos deberían
pensar que un día les pedirá cuenta el Señor de
esos bienes que les concedió. Dirá él a cada rico:
-Te concedí esas riquezas para que dedicaras una
parte a mi gloria y provecho de tu prójimo; tú, en
cambio, >>en qué las empleaste? El lujo, las
diversiones, los viajes de placer, las juergas,
las recepciones, los juegos... íAhí fueron a parar
todos tus bienes!
Alguno dirá: -Yo no malgasto mis bienes, los sé
apreciar y los aumento cada año; compro casas,
campos, viñas y otras cosas.
También a éstos les dirá el Señor:
-íLos acumulaste, los aumentaste! Es verdad.
Pero, entre tanto, los pobres pasaban hambre;
entre tanto, millares de niños abandonados crecían
en la ignorancia de la religión y en las malas
costumbres; entre tanto, las almas redimidas con
mi Sangre caían en el infierno. Apreciaste más tu
dinero que mi gloria, tu cartera más que el alma
de tus hermanos. y ahora, con tus diversiones, con
tu dinero y tus propiedades, ívete a la perdición!
Pecunia tua sit tecum in perditionem!
Bien sé, añadió don Bosco, que vosotros no sois
tales y que dais limosna, según vuestros posibles,
pero ícuántos hay en el mundo que podrían imitar
vuestro ejemplo y que, sin embargo, no lo hacen!
Por fin comunicó que, hacía unas horas, se
había enterado de que, en la casa de San Benigno,
donde precisamente se educaban los futuros
misioneros, directores, maestros y asistentes de
los colegios, estaban pasando muchos apuros; que,
hacía varios meses, no habían podido ((**It15.169**)) pagar
al panadero y que éste ya no podía continuar
suministrando pan; que él tenía intención de
recomendar la limosna
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