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Don Antonio Sala, dando un rodeo, le contestó:
-Encargado por mi Superior de las obras de la
iglesia de San Juan Evangelista, tengo ya los
pintores para decorarla, y me ha surgido una
dificultad, por la que he creído conveniente
acudir a V. E. Se trata de pintar los siete
obispos de las iglesias de Asia en figura de
ángeles, conforme se lee en el Apocalipsis.
-Verdaderamente, interrumpió el Arzobispo, hay
que pintar algo referente al Apocalipsis. Por mí,
háganlo como quieran.
-El otro día, volvió a decir prestamente don
Antonio Sala, estuve en Alba, para ver la
catedral, decorada por nuestro mismo pintor Costa,
y, entonces, monseñor Pampirio, hablando de esto y
de la iglesia de María Auxiliadora, dejó entender
que vendría con gusto a pontificar el día de la
fiesta. Pero, como yo no podía darle una
respuesta, sin oír antes a V. E., le dije
solamente que nos consideraríamos muy afortunados
de tenerlo entre nosotros en tan hermosa ocasión.
Ahora estoy aquí precisamente para pedirle las
necesarias licencias, si así lo cree V. E.
-Para esto, es necesario que me escriba don
Bosco.
-Precisamente, cuando don Bosco se enteró del
deseo de monseñor Pampirio, le encargó a don
Miguel Rúa que me escribiese, ((**It15.165**))
diciéndome que me presentase a V. E. para pedirle,
antes de nada, su permiso.
-No, respondió Monseñor, porque los Salesianos
se comportan muy mal con la iglesia de María
Auxiliadora, y todo por contrariarme a mí.
Permitirlo sería aprobar lo que desapruebo.
-No diga eso, Monseñor. Nosotros trabajamos
para bien de todos y mal de ninguno; mucho menos
de nuestro Arzobispo; hasta se hacen verdaderos
sacrificios para ayudarle en su diócesis,
especialmente en Turín.
-íSí, sí!... Lemoyne imprime los milagros de
María Auxiliadora, sin mi autorización, y, en mi
propia cara, se reparten por toda la archidiócesis
sólo por contrariarme.
-Es la primera vez, Monseñor, que oigo hablar
de milagros.
Siempre se habla de gracias, obtenidas por
intercesión de María Auxiliadora.
-Las que escribe Lemoyne son milagros, y los
milagros deben ser aprobados por la autoridad
eclesiástica, según decreto de la Sagrada
Congregación.
No conozco ese decreto, pero sé que no se
imprime ningún libro que hable de gracias
obtenidas por María Auxiliadora, sin que tenga
aprobación eclesiástica.
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