((**Es15.150**)((**It15.163**))
CAPITULO V
FIESTAS, DISGUSTILLOS Y EL
SUEÑO
SOBRE EL FUTURO DE LA
CONGREGACION
HABIA en el Oratorio un ciclo de fiestas, que
podríamos llamar propiamente salesianas, fijadas
ya de un modo estable por la costumbre: María
Auxiliadora, San Luis, San Juan y la Asunción: las
dos últimas, por coincidir con el día onomástico y
el supuesto cumpleaños de don Bosco. Estas fiestas
eran siempre esperadas por todos y aportaban
alegría y frutos espirituales. Como hemos de
volver a hablar de ellas en este 1881, no tenemos
mucho nuevo que decir en cuanto a su
desenvolvimiento; señalaremos, por tanto,
solamente los detalles extraordinarios. Casi todo
lo que hay para contar se refiere a la solemnidad
del 24 de mayo.
Había en el Oratorio la buena costumbre de
pensar las cosas con tiempo, y nunca sucedía en la
época de don Bosco que llegaran la fiestas, sin
que se hubiera previsto cuanto fuere menester.
Así, para hallar un Obispo que fuera a pontificar
en la iglesia de María Auxiliadora el día de la
gran solemnidad, don Miguel Rúa escribía desde
Roma, en nombre de don Bosco, a finales de abril,
al Ecónomo General, don Antonio Sala, que lo
hablara con la Curia de Turín.
Hoy se resuelven muy en breve estas
formalidades en cualquier diócesis, pero en la
archidiócesis de Turín había que cumplir
requisitos especiales, como se advertía ((**It15.164**))
claramente por el tono de un decreto publicado en
el Calendario litúrgico del año 1881. El artículo
XIV decía así, traducido del latín: <>.
Don Antonio Sala, por tanto, se presentó el 2
de mayo a monseñor Gastaldi para rogarle
permitiera a monseñor Pampirio, nuevo Obispo de
Alba, que fuera el día 24 de mayo a presidir una
función solemne o, al menos, predicar. Mientras
don Antonio Sala le besaba el anillo, preguntóle
el Arzobispo:
->>Qué necesita usted de mí?
(**Es15.150**))
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