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((**Es15.149**) Otro día, mientras celebraba la santa misa en nuestra antigua iglesita de la calle Vicenza, entró un señor, enfermo de las piernas hacía dieciocho años, que apenas se sostenía con unas muletas, y rogaba a don Francisco Dalmazzo que lo presentara al Siervo de Dios; pero don Francisco, que tenía que volver a casa para preparar el desayuno a don Bosco, se lo confió al clérigo Zucchini. Este lo acompañó a su presencia, después de la misa. Con toda humildad, el buen señor le pidió la bendición. Don ((**It15.162**)) Bosco le hizo unas preguntas y, vista su viva fe, lo bendijo, le quitó de sus manos las muletas y le dijo: -íCamine! El cojo empezó a andar sin la menor dificultad y salió con las muletas bajo el brazo, diciendo que las quería conservar como recuerdo. Después, mientras tomaban café, dijo el Procurador a don Bosco: ->>Entonces quedó completamente sano, después de recibir su bendición? -Ha sido la bendición la que lo ha curado, corrigió él. -Pues yo, replicó don Francisco Dalmazzo, he dado la bendición de María Auxiliadora muchas veces con la misma fórmula, pero nunca me ha sucedido nada semejante. -íQué niño eres!, respondió don Bosco. Es porque no tienes fe. (**Es15.149**))
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