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del Notario llegase a desaparecer. Y, como aquel
testamento no había desaparecido, por tanto no se
debía ejecutar el segundo>>.
Por suerte, el tribunal civil rechazó la
demanda de nulidad, basándose en que el testamento
conservado en casa, estaba escrito, sin ninguna
contestación, fechado y firmado por el testador, y
por tanto reunía los tres requisitos
indispensables para la validez de un testamento
hológrafo; y debía dársele cumplimiento.
La sentencia fue confirmada en recurso de
apelación.
La Condesa viuda, dignísima heredera del
difunto, aunque había una cláusula en el
testamento diciendo que todos los legados en
numerario se satisfarían dos años después de su
muerte, decidió desembolsar inmediatamente lo
destinado a don Bosco y quedó muy satisfecha,
cuando vio acabados todos los trámites. Pero, al
hacer efectivas las cuentas, el dinero percibido
en limpio apenas llegó a ochenta mil francos.
((**It15.130**)) Sobre
la tumba del conde Colle se lee un versículo de
los Salmos, que expresa el postrer testimonio de
afectuosa gratitud del Beato don Bosco a su
bendita memoria. Tres días antes de que lo
siguiera al cielo, la tarde del 28 de enero de
1888, cuando ya le costaba mucho hacerse entender
y dar indicio de que entendía, se hablaba en voz
baja junto a su lecho, sobre una sentencia bíblica
para grabarla como epitafio del difunto. Don
Miguel Rúa era del parecer que se pusiera: Orphano
tu eris adjutor (tú serás sostén del huérfano);
monseñor Cagliero, en cambio, proponía esta otra:
Beatus qui intelligit super egenum et pauperem
(dichoso el que cuida del pobre y desvalido). Don
Bosco, a quien los circunstantes creían ajeno a
cuanto se estaba hablando, abrió de pronto los
ojos y haciendo un gran esfuerzo dijo: Pater meus
et mater mea derelinquerunt me, Dominus autem
assumpsit me; (mi padre y mi madre me abandonaron,
pero el Señor me acogió).
La Providencia del Señor confiaba a don Bosco
grandes obras de bien en provecho especialmente de
la juventud pobre y abandonada; el mismo Señor
hizo que don Bosco encontrara al Hombre que fue en
años de extrema necesidad para la consolidación de
sus obras, el administrador y tesorero de la
divina Providencia.
(**Es15.122**))
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