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-Me alegro, dijo, en tan hermosa ocasión de
poder saludar al señor Benedicto Pel…, Caballero
de la Orden de San Silvestre. El Padre Santo lo ha
condecorado con estas honrosas insignias, para
darle una prueba de su pontificio agradecimiento
por todo lo que está haciendo en favor del nuevo
colegio salesiano y por el bien de la juventud
cristiana.
Los convidados estaban vivamente emocionados y
el señor Pel… lloraba de consuelo. No podía
imaginarse una fiesta más cordial y más alegre 1.
Desde allí pasó el Beato al colegio. La caridad
del señor Benedicto había pensado en todo, incluso
en los visillos para las habitaciones que le
habían destinado, pues los quería algo oscuros por
causa de la vista. Al día siguiente, fue a
visitarlo con su amigo, Antonio Venturini, y
sacando del bolsillo un título de la deuda pública
de ocho mil liras prestadas a don Antonio Sala, le
rogó lo aceptara como un obsequio, que quería
hacerle, declarándose siempre dispuesto a
cualquier gasto con tal de ver pronto el local
plenamente arreglado para satisfacer las
exigencias de un internado salesiano. El caballero
fue siempre un verdadero padre para el colegio
Manfredini.
Vive en Este un nieto del mencionado señor
Antonio Venturini, el doctor Francisco del mismo
apellido, alumno del colegio desde 1878 a 1886 que
asegura un hecho extraordinario acaecido por
entonces en su casa. Su madre estaba enferma de
metrorragia grave por vegetaciones de la mucosa
uterina. El médico de cabecera Zannini y los
cirujanos Morroni de Monsélice y Sommariva de Este
estuvieron de acuerdo ((**It14.106**)) en
calificar de grave el estado de la enferma. La
familia pidió también el parecer del profesor
Vanzetti, de la real Universidad de Padua, que
opinó como los otros y emitió claramente un juicio
desesperado, confirmado, además, por el gran
desgaste orgánico.
El padre del marido rogó a don Bosco en el
segundo día de permanencia en Este que pasara por
su casa. Condescendió el Beato. Le llevaron a la
presencia de la enferma y le preguntó si tenía
confianza en María Auxiliadora. Conmovida ella
contestó que tenía muchísima. Don Bosco le entregó
una estampa de María Auxiliadora, para que la
colocara bajo la almohada y le invitó a rezar con
él una Avemaría; después le dio la bendición y,
asegurándole que la Virgen le obtendría la
curación, se despidió. En efecto, a los pocos días
la señora volvió a
1 Los Breves para esta y otras condecoraciones
no llegaron hasta julio (véase apéndice, doc. núm.
13).(**Es14.98**))
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