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((**Es14.90**) -Mira, vete en seguida a ver si puedes hablar con el Ministro Coppino o, por lo menos, con el Secretario General el comendador Bosio. Por ciertas frases de su interlocutor, quedó don Bosco seguro de algo en lo que siempre había dudado mucho. Todos los años se presentaban unos treinta alumnos del Oratorio al examen de reválida de bachillerato compitiendo con los alumnos de las escuelas oficiales y no raras veces superandolos. Este éxito, que daba en los nervios a ciertos magnates, despertó envidias, dio lugar a celos y creó enemigos entre los que no podían tolerar que los institutos públicos quedaran tan mal, en comparación con las escuelas de don Bosco. Esta era una de las causas de la guerra. Don Bosco, ateniéndose al consejo del señor Barberis, fue a ver al comendador Bosio, Secretario General del Ministerio de Instrucción Pública; cualquier intento ante el ministro Coppino era como pedir peras al olmo; la experiencia del pasado demostraba la inutilidad de este recurso. El Comendador quedó encantado de recibir en su despacho a don Bosco, a quien deseaba ardientemente conocer; le entretuvo dos horas y le dio útiles consejos sobre cómo conducirse con respecto a los profesores. Mientras don Bosco subía y bajaba tantas escaleras en Roma, ((**It14.96**)) el Delegado de Turín presentaba al Consejo escolástico el día 25 de marzo la relación oficial de la segunda inspección, que él había hecho al Oratorio. <>. El profesor, que <> era don Marcos Pechenino, el autor de los diccionarios griegos y de las todavía buscadas Formas verbales. Este, al salir del Oratorio después de aquella inspección, cometió la imprudencia de decir a un individuo a quien creía amigo suyo:(**Es14.90**))
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