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todo si han cambiado. -Si alguno no pudiese pagar
la pensión, o tuviese atrasos, no se manifieste.
-He visto a alumnos llorar por esta causa.
Vigilemos como si todos fuesen malos, -pero
obremos de manera que todos crean que los tenemos
por bonísimos.
Cuando un muchacho ha salido del colegio, no
hablemos más de él, aunque haya tenido mala
conducta. -Para nosotros, como si hubiera muerto.
-íNo hay enemigo detrás de la tumba!
Más aún, sin ofender la regla y cuando no hay
peligro de escándalo, defendamos siempre al alumno
acusado. ((**It14.850**)) Y aun
cuando esté castigado, procuremos compadecerlo y
animarlo, aunque no dejemos de hacerle ver su
error. Entonces, sí que nos querrán los muchachos.
-E impidamos que se burlen los demás del
castigado. Se irrita y se obstina en el mal quien
es burlado.
13.° Castigar con justicia y con caridad: no
demostrar nunca enfado, porque entonces dirán que
no es el reglamento, sino el amor propio ofendido
lo que se quiere vengar. No se golpee a ningún
muchacho por ningún motivo. La ley castiga con la
cárcel y con multas al asistente que da un solo
bofetón al alumno. -Un muchacho malo puede
deshonrar al colegio con una sola palabra. Un
bofetón le costó a N. N. cien liras de multa.
No amenazar al alumno con suspenderlo al fin
del año; esta amenaza desalienta mucho, y, si el
alumno no fuese aprobado, siempre dirá que fue una
venganza del maestro.
Los castigos de encierro, de silencio y de
privar de la comida algún día, hay que dejarlos al
prefecto, a quien se informará de la falta.
Las faltas de obediencia en el dormitorio, en
el recreo o en la iglesia, corresponde castigarlas
al prefecto. A él le toca mantener la disciplina.
Con ello se obtendrán dos ventajas: que el clérigo
al no castigar, sino dar noticia, no tendrá
peligro de castigar injustamente o que el castigo
dado sea mayor que la falta: y no tendrá que temer
ninguna odiosidad, comunicándola a sangre fría y
aún después de un rato. Convenceos de que vuestra
autoridad nunca sufrirá por ello y que el Director
está resuelto a que sea respetada a toda costa.
Los asistentes refieran al maestro las faltas de
clase, pero no castiguen por propia autoridad.
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