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continua de esta verdad. -Me contaba una vez uno
de los mayores: empecé a malearme y a dejar los
sacramentos, cuando aparecí en el escenario y
empecé a ser aplaudido. -Y algunos clérigos, que
ahora son de los más ejemplares de la Sociedad, me
aseguraban que el teatro les habría hecho perder
la vocación, si don Bosco no les hubiese prohibido
las representaciones por un año; y entonces,
suprimidas las alabanzas, volvieron en sí. Me dijo
alguno: -el tiempo peor de mi vida fue cuando
representaba en el Oratorio. Y esto, porque los
actores, abrazados y hasta besados, cuando lo
hacían bien, perdían la cabeza. -De aquí el origen
de muchas amistades particulares. -Evitar
alabarles por sus dotes corporales.
Los mejores de una clase se ensorbebecen, si
son alabados y algunos pequeños talentos se
desaniman y, al no poder alcanzar a los primeros,
odian al maestro, diciendo que no se preocupa de
ellos. A éstos, un poco de alabanza moderada. -Y,
cuando un clérigo oye alabar a un alumno por el
maestro, no repita estas alabanzas para
demostrarle con ello más afecto.
8.° De las confidencias que hacen los
Superiores, de las conferencias tenidas entre
nosotros, silencio absoluto con los alumnos,
especialmente si se trata de órdenes odiosas, de
relaciones o juicios dados sobre algún joven. Un
clérigo propondrá al Director algo injusto y
oportuno: otro le hará la confidencia de una
disposición a tomar. Se cree que la cosa es
secreta, y en cambio, se habla entre los muchachos
como de algo que el Superior va a hacer; y si se
efectúa, dice el alumno: -El Superior hace lo que
quieren los clérigos y son éstos los que
presionan; y, en consecuencia, el malhumor contra
el Superior, que no es capaz de hacer justicia.
No comunicar a los alumnos las calificaciones
obtenidas en los exámenes, antes de que sean
publicadas oficialmente. Es una regla recomendada
siempre y jamás observada, que desanima a los
alumnos y ocasiona líos al Director.
No hablar nunca a los muchachos y a las
personas de casa de lo que ocurre en las clases y
en el estudio. Si sucede un desorden, ya pensará
el Director; por lo demás los alumnos de una clase
deben tener siempre buen concepto de las otras
clases.
((**It14.848**)) No hay
que comunicar a los alumnos nuestros problemas
materiales o escolares, nuestros asuntos.
Es ridículo que un clérigo se confíe a los
muchachos; lo consideran como uno de ellos y no lo
respetarán.
9.° No hablar mal de otros colegios, como si el
nuestro fuese el mejor y no ensalzar nuestra labor
y desinterés en el trabajo por los alumnos.
Los jóvenes pueden pasar de este colegio o
aquel otro del que se habló mal; llevar nuestros
dichos y crearnos, por lo tanto, enemigos. Además,
los jóvenes, que han venido sin conocer otros
colegios, no nos creerán, y se preguntarán si en
el mundo, sólo nosotros somos capaces de educar a
la juventud.
Nosotros perdemos inmensamente cuando contamos
nuestros trabajos y fatigas. Basta que un
malintencionado se ponga a murmurar en el colegio
y enseguida se burlarán de nosotros.
>>Sabéis qué se dijo de nosotros en años
pasados? íSí, sí, trabajan gratis!. A nuestra
costa llegan a ser maestros. Están aquí, porque no
saben adonde ir: si tuviesen un buen patrimonio,
no estarían con nosotros. íCuando tengan los
títulos, ya veremos qué harán! Serán palabras de
un solo malintencionado, pero uno castigado hoy,
otro enfadado mañana, comienza a ser del parecer
de éste, y, poco a poco, las habladurías y los
desprecios se multiplican. Y tanto más, si somos
nosotros los primeros en contarles lo que hicieron
ciertos clérigos. Nos fabricamos la cruz con
nuestras manos. Callemos; los jóvenes tienen ojos
para ver y mente para comprender y entenderán
(**Es14.724**))
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