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Dígase lo mismo de todos los demás colegios de
nuestra sociedad.
2.° No hacer nunca confidencias a los muchachos
sobre las cosas de la casa, cuando hay algún
inconveniente. -No hablar de los defectos de
alguno de nuestros hermanos, pues todos tenemos
defectos. -En todas las conversaciones, defendamos
lo que se puede defender, excusemos lo que se
puede excusar y no dejemos nunca de exaltar las
virtudes de los hermanos. Cuando se trata de
nuestra fama, bien sabemos ser elocuentes. -No
escuchar ni tomar parte en las conversaciones
contra los superiores. -No reírse en público de
las faltas de educación de alguno, no provocar o
admitir acusaciones de un alumno contra un
clérigo, especialmente si se tratase de ofensas
hechas a nosotros. -Mucho menos preguntar
directamente, ((**It14.845**)) querer
que se hable, prometer secreto o amenazar con
castigos. -No servirse de los muchachos para
ciertas pequeñas rencillas, o peor, para vigilar a
algún compañero que sospechamos nos prepara una
broma que no nos gusta. No reprender a un
compañero en público; y mucho menos decir a un
alumno que no se acerque a determinado clérigo,
porque éste le manifiesta demasiado afecto, sobre
todo si se hace por cierta envidia.
Si un hermano falta, avisadlo en privado y, si
no tenéis valor para ello o temor a ofenderlo,
decídselo al Director, el cual cumplirá con
caridad su oficio. -Formemos un solo corazón.
-Hablemos siempre alabando a nuestros compañeros,
porque censurar a uno es censurar a todos.
3.° No usar entre nosotros palabras groseras o
términos violentos; esto escandaliza a los
muchachos y va contra la caridad. El desprecio
caerá siempre sobre quien insulta al compañero.
Todavía ahora fuera del colegio los muchachos
hablan de ciertos términos empleados por algunos
en ciertas circunstancias. A mí me ha tocado la
triste tarea de que me preguntaran algunos padres
si era verdad lo que habían contado sus hijos,
sobre palabras usadas por clérigos cuyo nombre,
apellido y pueblo sabían. Contesté a su pregunta
con medias palabras, porque la negativa absoluta
habría sido una verdadera mentira.
Otro joven repetía un término que, sin ser
malo, no lo usan personas educadas: íCorpo! 1. La
madre le reprendió y el joven respondió
inmediatamente que lo había oído a unos clérigos,
y la madre se quejó de esto. Ved cómo las palabras
más insignificantes se llevan fuera.
4.° No poner a nadie las manos encima, o darse
de puñetazos para que rían los hermanos. Ciertas
escenas que se castigarían en los muchachos, decid
vosotros si están bien en los clérigos. Ver a los
superiores que se pelean ante los alumnos, que se
tiran por tierra y se levantan sucios del todo:
íqué espectáculo! Y peor todavía hacerlo con un
poco de cólera. Los jóvenes se dan cuenta de todo.
Y luego no se dirá: -Fulano hace así; sino, en el
colegio, los superiores hacen así.
5.° Inspirar confianza en el Director. Cuando
un alumno, irritado por un castigo, dice: -Iré al
Director, no hay que aumentar el castigo o
utilizar las manos, sino decirle: -Vete, vete; y
el muchacho no irá y, si va, la culpa será siempre
de él. Ni tampoco decir: -No quiero digáis a
nadie, ni siquiera al director, lo que ocurre en
clase o en los paseos.
No lamentarse jamás con los alumnos, si uno se
ha ofendido r las disposiciones de los superiores;
hablar, en cambio, con el Director el cual
procurará contentar a todos. Estas murmuraciones
irritan los ánimos y los alumnos se dan cuenta de
ciertos saludos negativos, de ciertos movimientos
de hombros, de ciertas respuestas secas
1 Exclamación más o menos popular y vulgar. (N.
del T.).
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