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aquellos días a estar quedo en su habitación por
el mal estado de su salud y, por ello, envió en su
lugar a don Miguel Rúa para que le disculpara y
representara en cuanto podía. Nótese que don
Miguel Rúa es la primera autoridad en la
Congregación después de don Bosco. Informado por
Su Excelencia de que el objeto de la invitación a
don Bosco era el mismo de las escuelas junto a la
iglesia del Sagrado Corazón, respondióle que don
Bosco y su Capítulo no podían ser, de momento, de
parecer contrario al que yo le había manifestado
en las dos conversaciones que había sostenido con
él.
Pero tanto yo como don Bosco, don Miguel Rúa y
cuantos tuvieron conocimiento del proyecto del
señor Arzobispo, estábamos a mil leguas de
sospechar siquiera la gravedad extrínseca de este
ofrecimiento y, menos todavía, de prever las
desagradables consecuencias que se seguirían a
nuestro cargo. Y esto, sobre todo, después de la
terminante negativa que dieron al proyecto otras
Congregaciones, como anteriormente se dijo,
mientras que nosotros sólo pedimos una dilación.
Por la legítima y sencilla exposición del hecho
podrá Vuestra Eminencia formarse el juicio que
pide el caso.
Dígnese darme su santa bendición y permítame el
alto honor de profesarme,
De V. E. Rvma.
Turín, 10 de julio de 1880
Su
atto. y s. s.
JUAN
CAGLIERO, Pbro.
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Carta de monseñor Gastaldi a don
Bosco
Reverendísimo Señor:
El día 12 del mes corriente, hacia las cuatro
de la tarde, junto con mi Maestro de ceremonias,
uno de los Secretarios de mi Curia, el Vicario
foráneo de Volpiano y el señor Enrique Gedda,
visité el colegio, que V. S. tiene en San Benigno
Canavese. Fuimos recibidos cordialmente,
primeramente por el Prefecto y después por el
Rector, el cual nos acompañó amable y
respetuosamente por todas partes, nos enseñó
cuanto podía interesarnos contemplar y examinar, y
permaneció a nuestro lado hasta que volvimos a
subir a nuestros coches; y no salimos del edificio
sin tomar un generoso refresco.
Entramos en los talleres; y creo que es mi
deber hacer algunas observaciones. En el de los
carpinteros todos se movieron para cumplir los
actos de respeto que en toda la cristiandad
prestan los fieles a los Obispos, cualesquiera que
ellos sean, honrando en ellos la plenitud del
Sacerdocio propia del carácter episcopal; los dos
muchachos entregados al oficio de herrero se
mostraron menos respetuosos, aunque uno de ellos
me besó la mano y juntos satisficieron nuestro
deseo de ver taladrar en un instante una gruesa
lámina de hierro con una maquinita, que impresionó
mi imaginación. Pero, en los talleres de
encuadernación, sastrería y zapatería, excepto el
joven clérigo que los vigilaba, el cual se levantó
y vino a besarme la mano, los demás ni se
movieron; todos siguieron inmóviles en su puesto,
ni hicieron el más mínimo acto religioso,
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