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que despertó en el auditorio dulces sentimientos
de devoción a la augusta Reina del Cielo.
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Terminado el canto, tomó don Bosco la palabra y
pronunció una conferencia de casi una hora, que
fue escuchada con la máxima atención. Después de
anunciar la bendición pastoral, que el señor
Arzobispo impartía de corazón a la piadosa
reunión, narró el origen de los Cooperadores y
Cooperadores; la manera de cooperar desde el
principio, el feliz resultado que con su obra se
obtuvo en los campos de recreo, en las reuniones
festivas, en el Oratorio de San Francisco de Sales
y, más tarde, en aquél de San Vicente de Paúl,
donde actualmente son mantenidos y encaminados a
una carrera honrosa más de mil doscientos
muchachos pobres. Habló después de la Congregación
Salesiana, aprobada por la Santa Sede, de sus
diversas obras, colegios, internados, escuelas,
talleres, colonias agrícolas e iglesias
administradas por ella. Expuso cómo, para extender
el bien de la educación cristiana, también para la
juventud femenina, se fundó el Instituto de las
Hijas de María Auxiliadora, cuya finalidad es la
de hacer con las niñas lo mismo que los Salesianos
se esfuerzan por realizar en favor de los
muchachos. Habló de la Obra de María Auxiliadora
para atender las vocaciones al estado eclesiástico
entre jóvenes mayores. Mencionó las misiones de
América y de la Patagonia salvaje, adonde acababan
también de ir con los Salesianos las Hijas de
María Auxiliadora, las primeras religiosas que
pisaban aquellas lejanísimas tierras desde que el
mundo existe. Habló de algunas otras cosas ya
publicadas en los primeros números del Boletín y
que, para evitar repeticiones, pasamos aquí por
alto.
Después de dar estas noticias del mucho bien
que, con ayuda de Dios y apoyo de los Cooperadores
y Cooperadoras, se había podido hacer hasta
entonces; tras i ndicar el mucho trabajo que
todavía se tiene entre manos y el muchísimo
ofrecido desde muchas partes, don Bosco puso de
relieve cuán necesario es el concurso de los
Cooperadores y Cooperadoras. Desde luego no pueden
ellos unirse a los Salesianos y seguirlos en todos
sus movimientos, pero, aun estando con su familia
y cumpliendo sus obligaciones, pueden, sin
embargo, ayudarlos con la oración y con los
socorros materiales.
La oración es la primera poderosa cooperación.
El Reglamento recomienda el rezo diario de un
padrenuestro y avemaría en honor de San Francisco
de Sales, según la intención del Sumo Pontífice.
Récelo cada uno y añada también la intención de
invocar sobre los Salesianos todas las gracias y
bendiciones, que necesitan en el ejercicio de sus
diversos ministerios.
Pero no basta la oración; también es necesario
cooperar con las obras, es decir, con la limosna
según las posibilidades de cada cual. La
Congregación Salesiana cuenta hoy con más de cien
casas, buen número de las cuales son centros de
caridad, donde hay miles de pobres jovencitos,
huérfanos o desamparados, a los que se les
proporciona comida y vestido hasta que aprenden un
arte u oficio o emprenden una carrera, que les
permite ganarse el pan para vivir. La Congregación
tiene ((**It14.792**))
millares de muchachos encaminados al estado
eclesiástico, destinados a proporcionar sacerdotes
a las diócesis donde escasean y a las misiones
extranjeras, que los piden con voz conmovedora.
Estos jóvenes, la mayoría pobres, necesitan libros
para el estudio, dinero para el rescate del
servicio militar, fondos para constituir
patrimonios eclesiásticos. La Congregación
Salesiana tiene escuelas e iglesias en
construcción, cuyo fin es arrancar de manos de los
protestantes a jovencitos y adultos, falazmente
arrastrados con halagos, promesas y premios. La
Congregación publica libros para difundirlos entre
el pueblo cristiano, para instruirlo en las
verdades católicas e impedir que
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