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medios y asistencia de los padres, merecen
atención particular. Sin educación moral, sin
conocer un arte o un oficio, estos muchachos
corren gravísimo riesgo de llegar a ser una
calamidad pública e ir a parar a la cárcel.
Esta necesidad es grave por doquiera, pero de
una manera particular en La Spezia. Esta ciudad,
que, en pocos años, pasó de los cuatro mil a los
treinta mil habitantes, sufre absoluta carencia de
iglesias, escuelas y asilos.
Con el auxilio material y moral del caritativo
Pío IX, con aprobación del Obispo de la Diócesis y
consentimiento del párroco del lugar, ((**It14.790**)) se
alquiló, en el año 1877, un local en el centro de
esta población. En él se recogieron enseguida más
de trescientos muchachos a los que todavía se les
da gratuitamente enseñanza científica y religiosa,
al mismo tiempo que acuden, a un salón
transformado en iglesia, varios centenares de
personas mayores para cumplir sus deberes
religiosos. Pero estos edificios, alquilados por
dos mil doscientas liras al año, por motivos que
no es del caso mencionar, resultan inservibles y,
por ello, gracias a la ayuda de un benemérito
señor de esta ciudad, se compró un terreno a
propósito en otro barrio de la misma; se trazaron
los planos y se comenzó la construcción de una
iglesia, destinada a los niños y a los adultos; se
preparó un patio para recreo en los días festivos,
y se está levantando un edificio que tendrá,
además de habitaciones para los maestros y
asistentes, aulas y salones para las escuelas
gratuitas diurnas, nocturnas y dominicales, un
internado capaz para albergar a los niños más
pobres y desamparados.
Las obras van adelante a toda velocidad; los
muros ya están a cinco metros de altura, y
esperamos poder inaugurar la nueva residencia el
día primero de marzo de 1881. Con los medios
suministrados por el caritativo Sumo Pontífice
León XIII y algunos piadosos donantes, se pudieron
llevar adelante las obras; pero ahora nos
encontramos en un momento en el que aumentan los
gastos, y faltan los medios para continuarlas.
Para que no quede sin acabar una obra, de la que
depende el feliz o triste porvenir de muchos
jovencitos, hacemos una humilde llamada a cuantos
aman el bien de la religión y de la sociedad,
suplicándoles que nos ayuden, por una sola vez,
con dinero o materiales de construcción o bien con
entregas especiales, según lo sugiera la caridad
al corazón de cada cual.
El Sumo Pontífice bendice la obra y a los
donantes y da él mismo luminoso ejemplo; el Obispo
alaba el fin, lo recomienda y nos ayuda. Esperamos
que se añadirán a él otros muchos bienhechores.
Queda establecido que, una vez terminada la
iglesia, se harán en ella cada día oraciones
especiales por los bienhechores, para que Dios les
conceda abundantemente las bendiciones celestiales
y, en su día, les otorgue la patria de los
bienaventurados.
JUAN BOSCO, Pbro.
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Primera conferencia salesiana en
Sampierdarena
La conferencia comenzó con la lectura del
Capítulo XIV de la vida de San Francisco de Sales,
escrita por Galizia, en el que se habla de su
caridad con el prójimo. Después de la lectura, los
alumnos internos cantaron el motete Tota pulchra
es Maria,
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