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((**Es14.657**) plegarias y guarde el Señor ad multos annos la preciosa y veneranda vida de Vuestra Santidad para bien ((**It14.769**)) de la Iglesia, triunfo de la justicia y gación de nuestra fe, que Dios piadoso confió a vuestro celo y a vuestra caridad. Tenemos que expresaros más que ningún otro estos sentimientos y estos deseos nosotros, los misioneros Salesianos, que hemos experimentado y continuamente experimentamos los abundantes y saludables frutos de Vuestra Apostólica Bendición. Nos fue impartida varias veces por la magnanimidad de Vuestro gran Corazón y especialmente en la faustísima ocasión de Vuestro día Onomástico, bendiciendo la prosperidad e incremento de nuestras misiones en estas tierras australes. No es para dicho el gozo y satisfacción que nos ha traído la carta, rebosante de afecto paterno, que V. S. se dignó enviarnos por medio de Vuestro Eminentísimo Secretario de Estado y valiosísimo Protector nuestro. Vuestras palabras, Santísimo Padre, fueron para nosotros y para los nuestros un dulce estímulo para trabajar con más celo en la viña del Señor, y una poderosa invitación para vencer los muchos obstáculos, que parecían demorar la gloria de Dios y la salvación de tantas almas, que invocaban nuestra ayuda espiritual en los desiertos de las Pampas y de Patagonia. Con nuestro sumo gozo, podemos ahora decir que Vuestros deseos se ven por fin cumplidos. Un nuevo y vastísimo campo apostólico se ha abierto a nuestras solicitudes y a la fe católica. A las orillas del Río de La Plata se añadieron las del Río Negro, que señala los límites entre la Pampa y Patagonia. Una casa central está definitivamente establecida en Patagones, y a pesar de la escasez de los medios y de personal en que nos encontramos, sin embargo, tratándose de la salvación de tantos miles de almas, que de lo contrario quedarían privadas del beneficio de la Santa Fe, sin mirar a sacrificios e incomodidades, partieron ya ocho de nuestros misiorieros, a los que siguieron nuestras Hermanas, las Hijas de María Auxiliadora. Han ido para abrir dos hospicios con escuelas y talleres, uno para los muchachos, y otro para las muchachas de aquellos lugares salvajes y para recorrer las dos orillas del Río Negro, confirmar en la fe a los indios últimamente reunidos en colonias y bautizados en nuestro primer viaje de exploración, para catequizar e instruir en la fe a otras tribus infieles esparcidas por aquellos vastos desiertos y echar la primera semilla de la civilización cristiana entre aquellos pobres salvajes. Para este fin, Santísimo Padre, imploramos vivamente Vuestra Apostólica Bendición, para que sea coronada por el éxito esta audaz empresa, y, al igual que en el pasado, esta Vuestra Bendición Apostólica será como celeste rocío, fecundo en frutos abundantes y dará a la Iglesia de la que sois Piedra fundamental, muchos nuevos hijos y conducirá al santo Redil de Jesús, del que sois digno Vicario, muchas pobres almas, que no conocen todavía la voz del Divino Pastor. Nos sirvió también de gran consuelo el haber recibido, por medio de nuestros queridos superiores, un ejemplar de Vuestra admirable Encíclica ((**It14.770**)) Aeterni Patris. Nosotros, según un artículo de las Constituciones, que regula nuestros estudios, teníamos ya por maestro al gran Santo Tomás. Pero ahora, que hemos conocido este precioso documento, nos empeñaremos en ajustar todavía más nuestros estudios filosóficos y teológicos a este gran Modelo y Maestro. Santísimo Padre, lo mismo que en otras ocasiones, los Misioneros Salesianos de América del Sur presentan humildes a los pies de V. S. el testimonio de su filial afecto e inalterable adhesión a la Sede de Pedro. Nuestra débil palabra, nuestra voluntad, nuestra vida, queremos ofrecerlas a Vos para el cumplimiento de Vuestras santas disposiciones y mandatos, que son los de Dios y de la Religión, de la que sois Supremo Moderador, Guía y Pastor para salvación del mundo. (**Es14.657**))
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