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P. S. Al dirigirse al Rey, ruégole insista
especialmente en mi mal estado de salud, que me
haría inútil para el servicio, y en el hecho de
que salí de Italia mucho antes del sorteo militar.
Perdóneme la libertad de esta posdata.
38
Dos mensajes de los Misioneros al
Papa
A
Beatísimo Padre:
En la faustísima ocasión, Beatísimo Padre, de
vuestra fiesta onomástica, cuando todos los
católicos van a porfía por testimoniar a V. S. el
obsequio de la fe, el afecto de la piedad filial y
((**It14.767**)) la
inalterable adhesión a la Sede de Pedro, permitid
que nosotros, vuestros misioneros salesianos,
desde estas remotas tierras de América, desde las
orillas del río de la Plata, desde el centro del
desierto, lleguemos a los pies de V. S. para
venerar al Supremo Jerarca de la Iglesia con el
mismo afecto, respeto y admiración con que la
Reina del Sur fue a los pies del gran Salomón.
Sí, nosotros admiramos en Vos la misma
sabiduría, proclamamos la misma grandeza, el mismo
poder. Y el gran Patriarca San Joaquín, cuyo
glorioso nombre Vos lleváis, desde los altos
cielos donde se asienta, constituido casi como
Pater Regis, conserve ad multos annos incólumes
vuestras venerandas canas para bien de la Iglesia,
consuelo de los buenos, triunfo de la justicia,
propagación de la fe, que el Dios piadoso confió a
Vuestro celo, a Vuestra caridad.
Nosotros hemos experimentado ya la eficacia de
Vuestra Bendición, que, con efusión de corazón y
de paternal afecto, nos enviasteis. Ella nos
alentó en nuestras arduas empresas, nos protegió
en los peligros y bendijo la cosecha de ubérrimos
frutos de misericordia y de gracia.
Sí, consolaos también Vos, Santísimo Padre,
porque nuestras débiles fuerzas, confortadas con
Vuestra Apostólica Bendición, son gratas ante el
trono de Dios y muchos acuden a nuestras iglesias,
a nuestros confesonarios, a nuestras instrucciones
y catequesis, a nuestras escuelas y a nuestros
oratorios.
En las ciudades, en los pueblos, en las
colonias y en el desierto mismo, los pueblos
civilizados y salvajes escuchan con verdadera sed
de la palabra divina la voz del Misionero.
En estos últimos meses, con inmenso júbilo de
nuestro corazón, tres de nuestros hermanos
consiguieron penetrar entre los salvajes de las
Pampas, entenderse con los caciques Manuel Grande
y Eripaylá para instruir a sus tribus en las
verdades de nuestra santa Religión. Atravesaron el
desierto y pudieron llegar sanos y salvos a
orillas del Río Negro, las primeras tierras de la
Patagonia.
Allí instruyeron y bautizaron a muchos adultos,
padres de familia, y a muchísimos niños. En este
nuestro primer experimento hacia la Patagonia,
hemos administrado el bautismo a casi quinientos
indios, que juntamente con nosotros, Beatísimo
Padre, se postran a Vuestros pies para implorar la
primera bendición de su Padre Espiritual, del
Vicario de Jesucristo.
Y para cumplir el vivo deseo de los nuevos
creyentes y facilitar su eterna salvación, les
hemos dado palabra de rogar a Vuestra Santidad que
acuda en nuestra
(**Es14.655**))
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