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afortunadas que acuden al Oratorio, me infundieron
deseos de conocerle y tratarle y, cuando lo logré,
tuve la gran satisfacción de convencerme, que es
verdaderamente la persona perfectamente apta para
adoctrinar y corregir las malas costumbres de
tantas muchachas ignorantes y de reprochable
conducta.
No nos prive fácilmente de este óptimo
sacerdote, asígnele el apostolado de Chieri.
Esperemos que Dios nos asista e ilumine, y todo se
arreglará para gloria de su Divina Majestad y
salvación de las almas.
He escrito estos pocos renglones como expansión
de mi corazón y para rogarle que siga la buena
obra comenzada y acepte esta pequeña ofrenda que,
como Cooperador Salesiano, considero un deber
enviarle, juntamente con la súplica de que,
mientras afectuosamente le saludo, recuerde
siempre en sus oraciones a su,
Chieri, 12 de febrero de 1879
Afmo y s. s.
FRANCISCO M. CALOSSO, Can.
P. D. Desposité mi pequeña ofrenda de cincuenta
liras en manos de la señora Carlota Braja en la
Casa de Chieri.
37
Carta del padre Mortara a don
Bosco
Muy reverendo Padre:
Puede ser que todavía recuerde al pobre
Mortara. Yo nunca he olvidado el afortunado día en
que tuve el honor de conocerle, en San Pedro ad
Víncula, en Roma, y ayudarle ((**It14.765**)) la
santa misa. No recuerdo el año, pero sé que ya
estaba consagrado a Dios en el estado religioso,
en el que me encuentro tan feliz. Si hasta ahora
no le he escrito, ha sido porque no se me ha
presentado una ocasión. Ahora me atrevo a hacerlo
para pedirle un favor, que espero obtener de su
caridad.
Hace seis años que, como consecuencia de los
estudios teológicos a los que me he entregado
siempre con el más vivo ardor, mi salud se ha
resentido mucho. Después de emplear diversos
remedios, que no han sido inútiles, querrían mis
venerables Superiores que pasara algún tiempo en
Italia para acelerar mi total recuperación, ya que
mis fuerzas han menguado hasta obligarme a
alimentarme únicamente de leche y a guardar cama a
menudo. Huelga añadir que, en este estado, no sólo
la predicación, comenzada en el pasado, sino
cualquier otra ocupación seria me resulta
absolutamente imposible.
Pero ahora, el reclutamiento militar es un
grave obstáculo para mi vuelta a Italia. Obligado
a expatriarme, después de la invasión de Roma en
1870, para poner a salvo mi libertad de conciencia
y la fe, me encontré ausente en el momento de mi
alistamiento. En consecuencia, al presente soy
considerado como prófugo, y corro el riesgo, al
entrar en Italia, de ser encarcelado y, después,
hacer el servicio militar. Piense qué situación
para un religioso y sacerdote. Elevar una súplica
al Rey o llegar a Italia de incógnito con nombre
supuesto es un medio muy peligroso. Queda siempre
el primer medio. Ahora bien ya sé que el Rey y la
Reina de Italia tienen mucha confianza con usted,
debido sin duda a sus singulares cualidades y
ejemplares virtudes.
(**Es14.653**))
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