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estos pobres muchachos, el reverendo Juan Bosco se
adelante a exponer a V. M.algunas observaciones
convenientes, invocando, al mismo tiempo, la
justicia, que la sabiduría de V. M. y su paternal
corazón le dicten.
Parte Primera
Para dar a V. M. una justa idea de la índole y
finalidad de este centro, será útil ciertamente
presentar un bosquejo histórico, por donde se eche
de ver cuáles han sido sus relaciones con las
autoridades públicas y cómo éstas lo han
reconocido constantemente como una obra de
caridad, desde sus comienzos hasta el presente.
Desde el año 1841 el reverendo Juan Bosco,
ayudado por la caridad del público y las
subvenciones del Gobierno, va recogiendo jóvenes
abandonados y los alberga en su casa para
librarlos de los peligros de la indigencia y de la
corrupción de la calle. Les proporciona alimento y
vestido y, como buen padre, se desvive por darles
cristiana educación. Como él no es suficiente para
tan gran empresa, busca otros que se le asocien y
le ayuden, estimulados por la misma caridad. A
éste le hace aprender un oficio, a aquél, otro. Y,
puesto que en nuestros tiempos es una necesidad
saber leer, escribir y hacer cuentas, él,
aprovechando los retazos del tiempo que le deja
libres su trabajo, proporciona a sus hijos
adoptivos una adecuada cultura. Y a algunos,
dotados de entendimiento despierto, o que proceden
de familias venidas a menos, los hace seguir el
curso técnico, el francés y algunos cursos de
estudios clásicos. De este modo proporciona
alumnos compositores para la Tipografía de la
casa, asistentes para el Asilo, y otros pueden
seguir la carrera militar o los estudios
literarios, según lo que les parece que, en el más
breve lapso de tiempo, les podrá ayudar a ganarse
honradamente el sustento.
Así se pudo favorecer las inclinaciones de
nuestros muchachos y organizar un sistema
educativo adecuado a un Centro que, en corto
espacio, llegó a albergar hasta novecientos
jovencitos, como actualmente tiene nuestro
Oratorio.
Hasta ahora el Oratorio de San Francisco de
Sales fue considerado como un Centro de Caridad
para niños pobres y abandonados. La Autoridad
escolar lo ayudó moral y materialmente.
La nueva manera de atender y eduear a los hijos
de la porción más necesitada de la sociedad, y
puede decirse, la más en peligro, atrajo a gente
de diversas partes.
El caballero Bellono, alcalde de Turín, el
Gobernador, algunos Diputados ((**It14.746**)) y
Senadores venían con gusto a visitarnos y pasaban
horas en los talleres, en las aulas e, incluso, en
los patios de recreo con los muchachos.
Un día vino el conde Sclopis con el marqués
Ignacio Pallavicini y el conde Luis Collegno,
todos ellos Senadores del Reino. Visitaron la
casa, las escuelas y el patio de recreo y
presenciaron las reuniones de los días festivos.
Al despedirse dijeron que referirían todo al
Senado, para que recomendara encarecidamente aquel
instituto al Gobierno y lograra que ayudase una
obra cuya finalidad, decían ellos, pretende
disminuir el número de díscolos y de los que van a
poblar las cárceles.
Efectivamente, en la sesión del 1.° de marzo de
1850, la Cámara de Senadores dio un espléndido
testimonio de la obra de los Oratorios. La
comisión de Senadores, que nos visitó, recomendó
encarecidamente al Gobierno la Obra de los
Oratorios para que la favoreciese, la apoyara
moral y materialmente, como una institución
verdaderamente útil para nuestros tiempos y
eminentemente humanitaria y cristiana.
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