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Efectivamente en la sesión del 1.° de marzo de
1850 la Cámara de Senadores dio un espléndido
testimonio de la Obra de los Oratorios. La
Comisión de Senadores, que nos visitó, recomendó
encarecidamente al Gobierno la obra de los
Oratorios para que la favoreciera, la apoyara
moral y materialmente como una institución
verdaderamente provechosa para nuestros tiempos y
eminentemente humanitaria y cristiana.
Puede verse la relación de la visita en las
actas del Senado y en el Apéndice n.° 1.
El Gobierno y, sobre todo el Ministro de
Gobernación, tomó entonces en gran consideración
la recomendación de los Senadores, y colaboró
también con medios materiales al desarrollo del
Centro.
Los ministros Rattazzi, Cavour, Farini, Lanza,
Peruzzi, Ricásoli, Nicótera consideraron este
Centro como algo suyo, enviándonos toda clase de
muchachos abandonados. Y cuando se celebraba un
festival gimnástico, una repartición de premios,
una función de teatro o un concierto musical,
aquellos beneméritos señores se tenían por muy
felices si podían asistir como padres de familia
en medio de sus hijos. Más de una vez sucedió que
el Gobernador de la Provincia y el Alcalde de
Turín acompañaron al Ministro de Gobernación y
hasta a los Príncipes de la Casa Real para
presenciar nuestras fiestas de familia. Algunas
cartas del Apéndice n.° 2 dan testimonio de ello y
manifiestan el juicio que aquellos personajes
daban de este Centro.
El Ayuntamiento de Turín
El Ayuntamiento de Turín siempre consideró la
Obra de los Oratorios como Institución benéfica.
La alentó con premios, la ((**It14.742**)) ayudó
con medios materiales y envió con frecuencia niños
abandonados.
En 1854, cuando el cólera morbo invadió
nuestras tierras, el Alcalde de Turín reunió en un
lugar adecuado a los niños que quedaron huérfanos
por la mortífera enfermedad y confió su cuidado y
dirección al que esto escribe. El mismo Alcalde
envió unos cincuenta de los más abandonados, a
esta casa, donde fueron educados, instruidos y
formados en un arte u oficio. Véase el Apéndice
n.° 3.
Otros veinte niños, víctimas de la misma
desgracia, nos fueron enviados por el Gobernador
de Ancona; algunos desde Sássari, Nápoles y nueve
de Tortorigi (Sicilia) y de otras partes de
Italia.
Las escuelas del Oratorio de San
Francisco de Sales
y la Autoridad
escolar
Nuestras escuelas primarias, técnicas y
secundarias, lo mismo para internos que para
externos, fueron durante más de treinta y cinco
años objeto de benevolencia por parte de la
Autoridad escolar.
La ley Buoncompagni de 1848 consideró a este
Oratorio como asilo de muchachos pobres, escuela
de Artes y Oficios y nos dejó totalmente bajo el
Ministerio de Gobernación (V. Ley Buoncompagni,
Art. 3).
Dígase lo mismo de la ley Lanza de 1875. Aquel
Ministro no sólo dejó a nuestras escuelas en
libertad para la elección de maestros, sino que
las subvencionó varias veces, y con carta del 29
de abril de 1857 les concedió un premio de mil
liras, asegurando su ayuda y todos los medios que
de él dependían para que este centro tuviese el
mayor desarrollo.
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