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Indole de la casa de don Bosco
(Il Risorgimento, 10 de agosto de
1878)
Hace ya varios días que se habla, en diversos
periódicos, del cierre de las escuelas de don
Bosco, por falta de maestros titulados. Cada uno
anda discutiendo acerca de la legalidad de
semejante medida. A tenor de la ley, la cual,
distinguiendo la enseñanza secundaria en pública,
privada, paterna y de caridad, prescribe, para los
dos primeros casos, maestros titulados con la
facultad de hacerse suplir por maestros aún no
titulados, dejando libres de todo vínculo a las
otras. Pero, en ningún diario apareció hasta ahora
suficientemente explicada la verdadera índole de
la casa de que se trata, para poder formarse un
criterio justo sobre la legalidad del cierre y la
gravedad de sus consecuencias.
El fin primario de la casa de don Bosco, en su
origen, era un asilo de niños pobres abandonados,
para educarlos moralmente, darles la enseñanza
primaria y hacerles aprender una profesión, un
oficio y devolverlos, de mayores, a la sociedad
con buenas costumbres, útiles para sí mismos y
para la sociedad.
Este asilo logró muy pronto, por sus grandes
beneficios, el aplauso del público, de modo que
muchos padres, los ayuntamientos, el gobierno, la
sociedad de ferrocarriles fueron enviando a don
Bosco un gran número de niños, no solamente de
absoluta pobreza, si no también otros cuya familia
estaba en condiciones de pagar una pensión
proporcionada a sus propias fuerzas, para que
aprendiesen allí, no sólo oficios, sino también
profesiones literarias.
Ante aquel extraordinario desarrollo de su
asilo comprendió don Bosco que era necesario
dividir a los alumnos en dos secciones, a saber,
aprendices pobres y estudiantes que pagaban una
pensión. Fundó para éstos colegios a propósito,
como los de Lanzo, Varazze, Alassio y muchos
otros; los cuales, comprendidos, como es razón, en
el número de institutos privados, tuvieron y
siguen teniendo, todos ellos, profesores
titulados. Los aprendices pobres, que actualmente
han alcanzado el considerable número de
ochocientos sesenta, quedaron en el primer asilo
de Valdocco en Turín, el cual siguió conservando
su índole de paterna caridad. Y como quiera que,
entre tantos muchachos pobres, siempre hay muchos
dotados de aptitud e inclinación extraordinaria
para los estudios, creyóse en el paternal deber de
proporcionarles un medio para poder aprovechar su
propia aptitud, ((**It14.734**))
impartiendo en este asilo la enseñanza secundaria
clásica (el bachillerato), para proveer también,
por este medio, de buenos alumnos cajistas a la
tipografía, abierta ya hace muchos años en el
asilo; pero con esto nunca creyó don Bosco, ni
tampoco la autoridad escolar, que se cambiaba la
índole del asilo.
En efecto, todos los ministerios pasados, lo
mismo de derecha que de izquierda, siguieron
considerando el centro como una obra de caridad
paternal, y la Casa Real y el Gobierno le
prestaron todas las formas posibles de apoyo y de
ayuda.
Sólo durante el ministerio Coppino y durante la
delegación Rho, se quiso cambiar la manera de
juzgarlo; se le quiso considerar como un instituto
de especulación privada, subordinado, por ende, a
lo dispuesto por la ley con relación a los
profesores titulados.
Inmediatamente se esforzó don Bosco por hacer
comprender el error; pero, al ver la insistencia
de la autoridad escolar en exigir, no obstante
todas las razones aducidas, la rigurosa aplicación
de la ley también en este asilo de caridad
paterna, don Bosco,
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