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hicieren, les concedemos misericordiosamente, de
forma similar, en el Señor, Indulgencia Plenaria y
remisión de todos sus pecados.
Item más, a los mencionados fieles cristianos,
cuando haya Ejercicios Espirituales en las Casas
de la Congregación, y asistieran al menos a la
mitad de las sagradas pláticas y que, el último
día de los mismos Ejercicios, de forma similar,
arrepentidos, confesados y comulgados visitaren
devotamente la iglesia o el oratorio de su
respectiva Casa y allí, como se ha dicho más
arriba, oraren, les concedemos también
misericordiosamente, en el Señor, Indulgencia
Plenaria y remisión de todos sus pecados.
Finalmente, a los fieles cristianos antes
aludidos, cuantas veces recitaren devotamente, al
menos contritos, la piadosa jaculatoria María
Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros, les
concedemos trescientos días; y cuantas veces,
igualmente contritos, se entregaren a la sagrada
Meditación, les condonamos cien días de las
penitencias debidas, y concedemos que puedan
aplicarse a las almas de los Fieles, detenidas en
el Purgatorio, a modo de sufragio.
Sin que obste cuanto se diga en contrario.
Valedero para siempre, tanto en el presente como
en el futuro. Es nuestro deseo, además, que se
preste completa adhesión a los textos de las
presentes Cartas, entregados en mano, copiados y
firmados por un notario público y legalizados con
el sello de persona investida de dignidad
eclesiástica, y que se le preste la misma
fidelidad que se prestaría a las mismas, si
hubieran de exhibirse o mostrarse.
Dado en Roma, junto a San Pedro y bajo el
Anillo del Pescador, el día 22 de abril de 1879.
Año segundo de nuestro Pontificado.
En nombre del Señor,
Card. CARAFA DE TRAETTO
D. JACOBINI, Substituto.
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12 (original en francés)
Carta de don Bosco al Superior General de
la Gran Cartuja
de Grenoble
Reverendísimo Padre:
La hora presente es para la Iglesia una hora de
persecución y de prueba. Pero usted ha subrayado
conmigo que es, sobre todo en estos momentos,
cuando le agrada más a Dios el colmar de las
mejores gracias a su santa esposa.
Jamás han sido los cristianos más fervorosos
que en los tiempos de la catacumbas; entonces
prepararon la fecundidad de las realizaciones
futuras.
Estas reflexiones me inspiran una gran
confianza, en medio de las dificultades del tiempo
presente, y espero que la divina Providencia,
atrayéndose, a través de la tribulación, a las
almas para que vivan más cristianamente, les
inspirará una más generosa entrega a la santa
causa de la Iglesia.
Por ello, lejos de descorazonarnos en la
actividad apostólica, es necesario ponernos en
trance de secundar la acción de la gracia de Dios
en las almas, intentando llegar a ellas y
salvarlas.
Dios se ha complacido en llamarnos a Francia
para fundar unas Obras para la
(**Es14.606**))
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