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rodeado de nobles señores, para venerar la Santa
Faz. Esta es la denominación popular de un
Crucifijo milagroso, que se conserva en Lucca,
desde el siglo octavo, y dice la tradición que fue
hecho esculpir por san Nicodemo: raras veces se
expone a la pública veneración y no se descubre en
privado más que a importantes personajes y a
puertas cerradas. A don Bosco no le pasó por la
mente pedir tal privilegio. Marchaban, pues, a pie
por la calle, cuando resonó un grito en los aires:
-íLa bendición!
Eran un padre y una madre, que llevaban del
brazo a su hijo de unos veinte años, enfermo de
poliomielitis hacía mucho tiempo. Caminaba con
mucha ((**It14.61**))
dificultad, arrastrando los pies y no se podía
tener por sí solo. Díjoles don Bosco, parándose:
->>Dar la bendición aquí en la calle?
Después levantando los ojos al cielo, siguió
diciendo:
-También aquí puede Dios bendecir.
Y, como él se pusiera en ademán de bendecir,
todos los que le rodeaban se arrodillaron. La
muchedumbre se apiñaba por todas partes. Así que
bendijo al enfermo, los padres lo levantaron en
vilo.
->>No puedes dar algún paso?, le preguntó el
Beato.
-No, no tengo fuerzas, contestó.
->>Sientes algún dolor?
-No, señor.
-Ea, da unos pasos, veámoslo.
El joven lo intentó y caminaba solo; pero don
Bosco le dijo:
-Ea, ven a acompañarme, que voy a ver la Santa
Faz.
Y, siguiendo la conversación, se encaminaron
juntos. El mozo anduvo con don Bosco unos
doscientos pasos, sin apoyo de ninguna clase.
Pasado el primer estupor, la muchedumbre comenzó a
dar voces y los padres, repuestos del
aturdimiento, se separaron en otra dirección con
el hijo, seguidos por un gran grupo de gente. El
joven, como quien despierta de un sueño, fue
derecho a su casa y ya no se le vio más,
exactamente como había sucedido en Marsella.
En la catedral se ofreció ante el Beato un gran
espectáculo: los canónigos, revestidos con capa
magna, y cuatro monaguillos, con cirios
encendidos, lo recibieron solemnemente a la puerta
y le acompañaron a la capilla de la Santa Faz;
descubrieron la venerada imagen y, como un favor
insigne, le proporcionaron la satisfacción de
poder besarle el pie 1.
1 Don Joaquín Berto lo describe así: <(**Es14.60**))
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