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((**Es14.60**) rodeado de nobles señores, para venerar la Santa Faz. Esta es la denominación popular de un Crucifijo milagroso, que se conserva en Lucca, desde el siglo octavo, y dice la tradición que fue hecho esculpir por san Nicodemo: raras veces se expone a la pública veneración y no se descubre en privado más que a importantes personajes y a puertas cerradas. A don Bosco no le pasó por la mente pedir tal privilegio. Marchaban, pues, a pie por la calle, cuando resonó un grito en los aires: -íLa bendición! Eran un padre y una madre, que llevaban del brazo a su hijo de unos veinte años, enfermo de poliomielitis hacía mucho tiempo. Caminaba con mucha ((**It14.61**)) dificultad, arrastrando los pies y no se podía tener por sí solo. Díjoles don Bosco, parándose: ->>Dar la bendición aquí en la calle? Después levantando los ojos al cielo, siguió diciendo: -También aquí puede Dios bendecir. Y, como él se pusiera en ademán de bendecir, todos los que le rodeaban se arrodillaron. La muchedumbre se apiñaba por todas partes. Así que bendijo al enfermo, los padres lo levantaron en vilo. ->>No puedes dar algún paso?, le preguntó el Beato. -No, no tengo fuerzas, contestó. ->>Sientes algún dolor? -No, señor. -Ea, da unos pasos, veámoslo. El joven lo intentó y caminaba solo; pero don Bosco le dijo: -Ea, ven a acompañarme, que voy a ver la Santa Faz. Y, siguiendo la conversación, se encaminaron juntos. El mozo anduvo con don Bosco unos doscientos pasos, sin apoyo de ninguna clase. Pasado el primer estupor, la muchedumbre comenzó a dar voces y los padres, repuestos del aturdimiento, se separaron en otra dirección con el hijo, seguidos por un gran grupo de gente. El joven, como quien despierta de un sueño, fue derecho a su casa y ya no se le vio más, exactamente como había sucedido en Marsella. En la catedral se ofreció ante el Beato un gran espectáculo: los canónigos, revestidos con capa magna, y cuatro monaguillos, con cirios encendidos, lo recibieron solemnemente a la puerta y le acompañaron a la capilla de la Santa Faz; descubrieron la venerada imagen y, como un favor insigne, le proporcionaron la satisfacción de poder besarle el pie 1. 1 Don Joaquín Berto lo describe así: <(**Es14.60**))
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