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Inesperada visita del Arzobispo al
Oratorio
Amadísimo Padre y Reverendísimo don Bosco:
Un acontecimiento inesperado ha honrado ayer
nuestro Oratorio, pero dando lugar a mil
conjeturas. Se iba a representar el drama de San
Pancracio y, entre las invitaciones, se envió
también una al canónigo Chiuso. Ayer por la mañana
se presentó en la portería un empleado de la casa
de S. E. Rvma. y, después de informarse de la hora
exacta del comienzo del drama, añadió que el señor
Arzobispo tenía intención de asistir, y que
llegaría a la hora indicada.
No le repetiré los mil comentarios que, en todo
sentido, se hicieron ante tan inesperado anuncio.
A la una y veinte estaba preparada la banda del
Oratorio para celebrar la llegada; pero, siendo ya
muchos los que habían venido y pasadas las dos, la
banda tuvo que subir al salón del teatro para
entretener al público.
A las dos y media llegó al Arzobispo y, aunque
ya no estaba la música, le esperaban para
recibirlo don José Lazzero, don Juan Branda,
monseñor Belasio, algunos sacerdotes más del
Oratorio y este su humildísimo hijo. Mientras se
le acompañaba hasta el salón, se le pudo explicar
que la ausencia de la banda para su recepción en
la casa se debía a que se encontrase arriba para
entretener al numeroso público y también para
estar dispuesta a dar comienzo a su entrada. En
efecto, S. E. fue recibido en el salón con una
salva de aplausos y al son de una sinfonía.
Terminada ésta, un joven leyó desde el escenario,
con mucho garbo, unas palabras de agradecimiento a
Monseñor y presentó brevemente el programa de la
tarde. S. E. quedó muy satisfecho y expresó su
satisfacción a los que estaban a su lado, por la
magnífica declamación de aquel jovencito.
A la derecha de monseñor Gastaldi, se sentaba
monseñor Scotton, a la izquierda monseñor Belasio,
y a un lado y otro varios sacerdotes, su
Secretario, don José Lazzero, don Antonio Sala, y
yo mismo, que me senté al lado de Monseñor
Belasio. S. E. parecía muy satisfecho por todo, y
expresó varias veces su sentimiento, con repetidos
aplausos, y con palabras de aprobación y
felicitación. La representación transcurrió con
satisfacción general, y S. E., que estuvo hasta el
fin, la expresó abiertamente ante don José Lazzero
y nosotros, que le rodeamos y acompañamos hasta el
coche.
No hubo inconvenientes de ninguna clase y, si
alguno llegó a temer que no todo pudiese agradar a
S. E., tuvo que convencerse de lo contrario por el
constante interés que demostró. Un incidente del
que fui testigo me confirma en este pensamiento.
Después del primer acto, monseñor Belasio tuvo que
salir para preparar su viaje (salió esta mañana)
hacia el sur de Italia. Tuve el honor de ocupar su
sitio, ((**It14.700**)) a la
izquierda de S. E. Durante los entreactos, pude
oír a monseñor Scotton, a la derecha de Su
Excelencia, cómo, hablando de las ventajas e
inconvenientes de los dramas religiosos, dijo que,
en su tierra, no se permiten con tanta facilidad
las escenas que representan a los confesores de la
fe, considerando que, en lugar de aumentar su
aprecio, pueden quedar rebajados al nivel de los
defectos humanos, patentes en los actores que los
representan. Yo no tomaba parte en la
conversación, pero, al oírla, temía que las
palabras de Scotton, non scottasero 1 demasiado,
dado caso que a Su
1 Juego de palabras; <> significa
quemar.
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