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cuando de repente vio a un sacerdote que caminaba
con gran dificultad. Compadecido de él, se le
acercó y le dijo:
-Señor cura, me da usted la impresión de que
está muy cansado.
-Es cierto, buen hombre, respondió el
sacerdote; he hecho un largo viaje.
-Señor cura, le ofrecería gustoso que se
sentase aquí arriba, si mi vehículo no estuviese
como está; pero no me atrevo con semejante
carreta.
-Me hace usted un gran favor. Acepto, porque no
puedo más...
Dicho esto, ayudado por el otro, montó en la
carreta. Parecía tener una edad de treinta a
cuarenta años, y, además, buena presencia. Un
detalle en el que de pronto aquel hombre no había
reparado, pero del que se dio buena cuenta
después, fue que, en cuanto el sacerdote se sentó
en el fondo de la carreta, destacaba por ambos
costados toda su cabeza con su curioso sombrero, y
sin embargo nadie, aun pasando cerca del carruaje,
había dado muestras de advertir su presencia.
((**It14.682**)) Una
vez llegados a casa, el señor Clément le dio la
mano y le ayudó a bajar de la carreta; corrió
luego a avisar a su esposa de que traía a un
sacerdote cansadísimo y que necesitaba algún
refrigerio. La señora, mujer caritativa y piadosa,
acudió en seguida a invitarle a comer con ellos.
El sacerdote aceptó y, durante la comida, escuchó
amablemente el relato de sus desgracias, la más
dolorosa de las cuales era la de que un hijo se
les había quedado ciego, sordo y mudo, de resultas
de una enfermedad. La pobrecita no podía
resignarse; había rezado a todos los Santos, pero
nada podía mitigar su pena. El sacerdote le dijo:
-Rece usted, buena señora, y será escuchada.
->>Quiere usted decir, señor cura: Vaya a
verlo...
El marido, durante la comida, le servía de
beber. Sobre la mesa, junto a la botella del vino,
había un jarro para el agua, como entonces se
acostumbraba: era de barro cocido, blanco y con
ribetes de plata. Dijo el sacerdote:
-Conserven este jarro como recuerdo mío.
Así lo hicieron, como nos certifica su hija, a
la sazón muy pequeñita y que añade:
<<-Mi padre, me dijo un año antes de morir:
>>-Este jarro no debe caer en manos de tus
hermanos. Te lo daremos a ti y tú lo conservarás.
Es una reliquia de aquel santo sacerdote>>.
Hacia el final de la comida, el señor Clément
salió para abrevar a
(**Es14.581**))
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