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((**Es14.58**) 1. En Pisa se encontró con el. director don Juan Marenco y unos señores de Lucca, deseosos de darle la bienvenida. En la estación de Lucca, a pesar de la lluvia, le esperaban los muchachos, que lo recibieron con una ovación, que ciertamente no era frecuente en aquellos tiempos para un cura. Tres coches privados llevaron a don Bosco y a sus acompañantes hasta la ciudad. Después de una breve parada en casa Burlamacchi, la comitiva se encaminó al oratorio de Santa Cruz. Allí le esperaban algunos ciudadanos distinguidos, que saludaron a don Bosco y en seguida, dado que ya era muy tarde, se retiraron <>. Al día siguiente, domingo, la gente abarrotó la iglesia del oratorio para ver a don Bosco y oír su misa. Su estancia en Lucca se hizo memorable por las muchas peticiones para que bendijera a los enfermos. La primera fue al mediodía; la marquesa Burlamacchi le rogó que fuera a bendecir al anciano marqués. Tenía éste ochenta y ocho años, no podía articular palabra, le abrasaba la fiebre y le torturaba un insomnio continuo. Don Bosco le bendijo y, contra toda esperanza, el anciano comenzó a descansar, a sentirse mejor y el lunes se levantó. Por la tarde fue llamado por el mismo motivo a la cabecera de otros enfermos y, al anochecer, dio a todos la bendición con el Santísimo Sacramento. Los jóvenes, aunque ya había anochecido y el tiempo era lluvioso, lo esperaron para besar su mano y; como ((**It14.59**)) se expresa el Director, <>. El marqués Massoni le mandó llamar también al día siguiente para que le bendijese. Encontróle don Bosco clavado por la parálisis en una camilla. Seis años llevaba en aquel estado. No podía mover ni un dedo: estaba el mal tan avanzado que había que levantarle la cabeza a cada momento para que no le cayera sobre el pecho, arrastrando al suelo todo el cuerpo. Le daban de comer llevándole la comida a la boca y le limpiaban como se hace con los niños. Su esposa, la hija y un hijo lloraban a lágrima viva. -íCúreme a este pobre infeliz!, suplicaba la señora. Y arrodillándose ante él repetía: -Don Bosco, cúremelo. Don Bosco se sentó y comenzó a hablar; mas sus palabras iban encaminadas a infundir paciencia y resignación, sin apuntar la más 1 De aquí en adelante, hasta el regreso de Roma, nos servira de guía el lacónico diario de don Joaquín Berto. Sobre Lucca tenemos una relación de don Juan Marenco a don Miguel Rúa.(**Es14.58**))
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