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contenta. Don Bosco la visitó, la animó mucho, y
le aseguró que no moriría. Efectivamente, vivió
aún casi tres lustros, con estupor de los médicos
que la habían asistido.
Otra bendición de don Bosco detuvo una atrofia
parcial en el coadjutor Luis Tabasso, siendo éste
todavía un aprendiz. Cuando ingresó de muchacho en
el Oratorio de Turín, ya daba la impresión de
enfermizo. La causa era que su cuerpo se
desarrollaba únicamente en su mitad derecha, y no
en la izquierda, por lo que el brazo, la mano, la
pierna de este lado, se quedaban más pequeños y
más cortos y esta misma inferioridad se apreciaba
en el resto del cuerpo. Como consecuencia de tal
anormalidad, padecía una opresión en el corazón,
que le impedía la respiración normal: y otros
grandes espasmos le causaban sufrimientos en todo
el rostro. Algunos médicos turineses de fama
estudiaron el fenómeno. El doctor Concato,
profesor universitario, tuvo al muchacho en el
hospital, durante el mes de junio de 1880,
haciéndolo objeto de observación ante sus alumnos.
El diagnóstico del mal no presentaba dificultad;
pero la ciencia no lograba encontrar remedio. Y
entró entonces la fe.
Un domingo, fue el pobre enfermo a ver a don
Bosco a su habitación, le expuso su triste estado
y le pidió su bendición. El Beato le mandó
arrodillarse y rezar con él una oración; lo
bendijo, y de pronto, al levantarse, le pareció
que se le quitaba de repente un peso del corazón y
que en la mejilla izquierda no experimentaba
ninguna sensación dolorosa. En pocos días le
aumentaron las fuerzas y el brazo izquierdo se
igualó con el otro; en la cara le quedó una
especie de hoyuelo, como si se le hubiese extraído
un hueso, y la lengua se quedó más endeble y un
poco torcida hacia el lado izquierdo. Pero todo
malestar había desaparecido. Don Bosco, así que
vio el efecto de la bendición, le prohibió hablar
del asunto, recomendándole, en cambio, que diera
gracias a la Virgen. Dos años después, sufrió un
mal en la pierna ((**It14.680**))
derecha, e imploró a don Bosco que le volviera a
dar la bendición, esperando obtener la misma
gracia. Lo bendijo el Beato, pero poniendo la
condición de que la curación fuese útil para la
salvación de su alma; en caso contrario, que se
mantuviese el mal. Y éste le acompañó todos los
días de su vida 1.
El señor Agustín Calcagno, de Arerizano, fue
uno de los primeros Cooperadores Salesianos, íy
qué Cooperador! Cada vez que se enteraba de que
don Bosco pronunciaba una conferencia en Turín o
en
1 Relación del coadjutor Tabasso a don Juan
Bautista Lemoyne, Niza, 14 de febrero de 1888.
Véase: Proc., I. c., número XVII, & 51 (testigo,
don Juan Bautista Lemoyne).
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