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no sólo lo que se le pedía, sino que quiso
extender de su puño y letra todo el documento
correspondiente 1 y en términos sumamente
benévolos para don Bosco, a quien había conocido
personalmente en el Oratorio el año 1875 2. La
casa fue inaugurada el 8 de noviembre de 1882 por
don Moisés Veronesi, como director. ((**It14.668**)) La
imposibilidad de establecer en aquellos lugares
una escuela agrícola obligó más adelante a cambiar
el fin del Instituto, que todavía es muy
floreciente.
En el año 1880 comenzó, desde Oporto, un
carteo, que continuó mucho tiempo, para una
fundación. En aquella ciudad, la segunda en
importancia de Portugal, lamentaban de corazón los
mejores eclesiásticos las míseras condiciones
religiosas en que se encontraba el pueblo. Los
protestantes, favorecidos por la ignorancia,
hacían en él daños incalculables. Para poner una
barrera al crecimiento del mal, un grupo de
sacerdotes había recogido limosnas y abierto unas
escuelas católicas, cuyo fruto no tardó en verse,
pero era un fruto poco duradero.
Los jóvenes, salidos de ellas, se colocaban
para aprender un oficio en ambientes donde se
respiraba la irreligión y la inmoralidad, de
suerte que muy pronto perdían todo lo bueno que
habían aprendido. Uno de aquellos sacerdotes,
distinguido por su nobleza de sangre y por su celo
sacerdotal, Sebastián Leite de Vasconcellos, más
tarde Obispo de Beja, meditaba cómo fundar un
establecimiento adonde pasaran los muchachos de
las escuelas católicas para aprender un oficio que
los capacitase para llegar a ser en su día buenos
obreros cristianos. Ahora bien, mientras él
discurría cómo realizar su proyecto, organizando
los Talleres de San José, tuvo noticias de don
Bosco y de sus escuelas profesionales. Le escribió
inmediatamente, suplicándole, en nombre del
Sagrado Corazón de Jesús, que le enviase, por lo
menos, tres Salesianos para abrir los talleres de
sastrería, zapatería y carpintería. íCuántas
cartas más escribió a don Bosco desde aquella
primera! Le contestaba don Celestino Durando y la
respuesta, aunque expresada en diversas formas,
era invariablemente la misma: que no era posible
entonces por falta de personal, pero que esperase
hasta poder satisfacer sus deseos más tarde.
Conmueve leer las vehementes páginas que el buen
sacerdote escribía, tan pronto como le parecía
percibir en alguna frase un rayo de esperanza.
Creyendo abrir brecha más fácilmente en el
ánimo de los ((**It14.669**))
Superiores de Turín, consiguió una autorizada
recomendación del
1 Véase; Apéndice, Doc. número 78.
2 Véase: Vol. XI, pág. 277.
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