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volvió a sus antiguos propósitos y tuvo una muerte
edificante, digna de un buen hijo de la
Congregación.
En el archivo de la Casa Madre, han reunido las
hermanas todo un centón de noticias sueltas,
procedentes de hermanas que conocieron a don Bosco
y tuvieron con él algún encuentro; entresacamos
algunas que se refieren al 1880. Son palabras, son
rasgos, son predicciones del futuro, que nos
presentan alguna faceta característica del Siervo
de Dios.
La madre Petronila Mazzarello estuvo presente
en el momento en que el Beato se encontró en
Nizza, por un corredor de la casa, con una hermana
no muy observante y le preguntó, con su
acostumbrada dulzura paternal, cómo estaba.
-De salud, bien, contestó la hermana, pero de
alma...
Don Bosco le dijo:
-Mira, la salud del cuerpo está en las manos de
Dios: la del alma, en nuestras manos.
Sor Vicenta Bessone fue aceptada por él como
postulanta; en esta circunstancia, le puso
ligeramente la mano sobre la cabeza,
preguntándole:
-Cabellos de oro; >>pero es también de oro el
corazón?
Después añadió:
-Aguarda un año todavía y vendrás.
La joven observó fielmente la consigna.
Sor Angelina Demartini recuerda haber visto a
don Bosco en Lu, el 1880, cuando era niña de nueve
años e iba a la escuela de las Hermanas. Entró el
Beato en clase y, pasando paternalmente la mano
sobre la cabeza de las alumnas, preguntaba el
nombre; ellas, después, ya crecidas, se hicieron
religiosas en buen número, y nunca pudieron dejar
de pensar que había sido efecto de la visita y de
la bendición de don Bosco.
Sor Sofía Miotti escribe que, en cierta
ocasión, ella y algunas hermanas, que no habían
visto ni oído nunca a don Bosco, pidieron al
Director que las llevara a Turín y que él ((**It14.653**)) mandó
contestar:
-Dirás a las Hermanas que no estamos hechos
para vernos ni para hablarnos en este mundo, sino
para estar siempre juntos allá arriba en el cielo.
Las Hermanas Teresina Germano y Jacinta Morzoni
refieren dos hechos, que revelan en don Bosco al
hombre de la caridad. Cuenta la primera un
episodio, ocurrido en Nizza en agosto de 1880. Era
todavía postulanta, cuando se encontró casualmente
junto al grupo de las Madres, bajo el pórtico que
daba al antiguo comedor de la comunidad.
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