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pero varias veces se valió cuando lo veía
necesario para gloria de Dios y bien de las almas,
((**It14.615**)) como
me consta por el mismo Venerable y por su sucesor
don Pablo Albera>>.
El aprecio, el afecto y la veneración a don
Bosco recibían en Francia testimonios elocuentes,
que veremos extenderse y multiplicarse
continuamente hasta su muerte. El doctor D'Espiney
había publicado en Niza una monografía sobre don
Bosco, de la que trataremos en el próximo volumen,
para complacer a muchos franceses deseosos de
conocer la vida y obras del hombre de Dios. En
Marsella, en las actas de las reuniones tenidas
por la comisión de las Señoras, se le califica de
santo a cada paso; como las de un santo se
consideran habitualmente su palabra, su oración y
su bendición. Desde París, el célebre abate
Moigno, físico y matemático insigne, fundador de
la revista científica Cosmos y autor de la obra
monumental, Los esplendores de la Fe, escribió al
Director de Marsella que lo había consultado sobre
un sistema de calefacción: Je suis dévoué coeur et
âme … don Bosco et … ses merveilleuses oeuvres (Mi
corazón y mi alma son totalmente de don Bosco y de
sus admirables obras). Tan sinceras
manifestaciones de simpatía aparecerán tanto más
dignas de relieve, si se considera que eran
prodigadas en Francia a un italiano; verdadera
señal de que estaban persuadidos seriamente de su
santidad, nunca extranjera en ninguna parte de la
Iglesia.
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