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((**Es14.514**) franceses. Arma siempre terrible en Francia, pero más fatal que nunca entonces, cuando estallaban continuas reyertas sangrientas entre obreros italianos y franceses por cuestiones de nacionalidad. Para decirlo todo de una vez, añadiremos que aquel desgraciado obtuvo del Gobierno una plaza en una escuela pública; pero no tardó en pagar la pena de su felonía. Aún no había transcurrido un año, cuando asistiendo desde un palco a una fiesta pública, se desarmó el tablado y el pobrecito fue sacado de entre los escombros más muerto que vivo y con la fractura de cuatro costillas. Se dice que, repuesto de su mal, llamó a la puerta del oratorio para que le volviesen a aceptar, pero que, aun sin poder acceder a su ruego, el Director le pasaba de vez en cuando algún socorro en dinero. A esa buena pieza le apoyaba a hurtadillas aquel otro anónimo, que encontraba auxiliares también en algunas cabezas ligeras que vivían con la comunidad y propalaban fuera cualquier cosa que oían en la casa, de suerte que sus fantásticas denuncias estuvieron a pique de enemistar vehementemente contra los Salesianos al mismo párroco de San José; pero éste se dio cuenta a tiempo de las vergonzosas intrigas y así, en la sesión del 21 de octubre con las Señoras de la comisión, concluyó con estas palabras; <>. En las condiciones descritas, los nuestros no veían ya camino alguno de salvación; mientras se cerraban unas tras otras, ((**It14.604**)) las casas religiosas, >>cómo podían ellos esperar mejor suerte? En efecto, los agentes del Gobierno ya habían procedido a las operaciones preliminares, visitando nuestras casas y haciendo constar que pertenecían a una Congregación religiosa no reconocida. Por fin, el día de Difuntos, los Salesianos recibieron la orden de marcharse en el plazo de veinticuatro horas, so pena de ser expulsados manu militari; y, para acabar de disipar toda posible ilusión, llegaban a oídos de los nuestros en Marsella los clamores del asalto contra el cercano convento de los Dominicos. Como estaba convenido, los Hermanos italianos pasaron del Oratorio a casa del canónigo Guiol; los demás siguieron en todo y por todo el ejemplo de las comunidades ya dispersadas. Lo mismo se hizo en Niza y en La Navarre. En cada casa se preparó una protesta escrita para entregar a los ejecutores, después se trancaron las puertas de modo que los Comisarios para llevar a efecto su cometido tuvieran (**Es14.514**))
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