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habían pedido a las Administraciones provinciales
la autorización para abrir sus casas, es decir,
para hacer el bien a la juventud pobre y
abandonada. Y, si ante la Iglesia eran algo más,
el Gobierno no tenía nada que ver con ello, pues
no tenía derecho a pretender de ningún ciudadano
una profesión pública de sus principios religiosos
para dejarlo vivir en su casa y según las
condiciones inocuas de vida, que más le agradasen
1.
Con todas las instrucciones, que les
proporcionó don Bosco, los Directores sabían
perfectamente cómo comportarse cuando, como
sucedió, las autoridades gubernativas preguntasen
acerca de la asociación y de los inmuebles que
poseían.
Repasando las actas de la comisión de señoras
marsellesas, causa admiración ver con qué
serenidad continuaban sus reuniones periódicas
bajo la presidencia del párroco de San José,
ocupándose de las múltiples necesidades del
Oratorio de San León, como si nada anormal
ocurriese. Prepararon incluso una alegre
fiestecita para la bendición de la nueva capilla,
ceremonia que realizó el obispo con la máxima
solemnidad el 27 de junio. Pero tenía que llegar
el día en que el ruido de los acontecimientos
externos tendría sus resonancias también en sus
pacíficas reuniones; sin embargo en aquellas
relaciones no aparece una nota que refleje
inquietud.
La primera mención aparece en el acta del
primero de julio, al día siguiente de la clamorosa
expulsión de los Jesuitas, y he aquí en qué
términos. Don Bosco había dado esperanzas de su
próxima visita a Marsella en agosto. El párroco
comunicó la noticia a las señoras y les rogó que
no la divulgaran por dos razones que expuso en
esta forma: <((**It14.599**)) una
tanda de ejercicios espirituales de los
Salesianos; es preciso pues, evitarle la
abrumadora afluencia de visitantes, que le
asediaron el invierno pasado. Además de este
motivo principal, hay otra medida de prudencia a
observar, nos encontramos en un momento crítico,
en el que no conviene llamar la atención. A don
Bosco se le atribuyen muchas profecías, pero,
cuando se le habla de este tema, se echa a reír,
lo cual no quita nada a su innegable santidad. Lo
característico en él es una calma que jamás le
abandona y demuestra el gran dominio que tiene de
sí mismo. Pues bien, él dice que es preciso tener
confianza e ir adelante, porque no
1 En una publicación, que salió aquel año en
París con la lista de las Congregaciones a
expulsar (Mémoire pour la défense des
Congrégations réligieuses), no se hacía mención
alguna de los Salesianos.
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