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La alusión a las Hermanas llamó la atención de
los presentes sobre un penoso estado de cosas. Su
número aumentaba notablemente de año en año; pero
eran demasiadas las que ((**It14.50**))
enfermaban y morían. >>Qué remedios proporcionar
que fueran eficaces para mejorar las condiciones
higiénicas en sus comunidades? Se trató el asunto
minuciosamente y se encomendó a don Juan Cagliero
un estudio más detallado del asunto. Este, que
conocía mejor su vida, comenzó por sugerir algunas
medidas generales y de fácil realización: mucho
movimiento, aire libre, cambiar a menudo las
hermanas empleadas en la cocina; tener en cada
casa un patio o jardín, donde pudiesen, sin ser
observadas por gente extraña, jugar, gritar,
saltar, distraerse; liberar las conciencias de
abrumadoras angustias, pues muchas de ellas, a su
parecer, caían enfermas a causa de penas
interiores, escrúpulos, temores y otras cosas por
el estilo. Después de esto, don Bosco invitó a dar
gracias al Señor, y declaró terminadas las
conferencias.
Los capitulares y los directores, que habían
pasado aquellos tres días al lado de don Bosco y
habían observado, como solían hacerlo en toda
ocasión, el estilo de su vida, admiraban sus
virtudes y se comunicaban unos a otros sus
impresiones. Gracias a don Julio Barberis, sabemos
hoy las conversaciones tenidas entre ellos a este
respecto. Les impresionaba, sobre todo, su heroico
espíritu de sacrificio. Quien, sin conocerle, se
hubiese limitado a fijarse en su exterior, no
habría podido, ni con mucho, suponer cuánto tenía
que sufrir; pues, con tantas preocupaciones y a
pesar de tantas molestias como le venían de todas
partes, nunca tenía un ademán brusco en su trato,
ni un instante de nerviosismo con nadie, antes, al
contrario, brillaba en él una cortesía y,
especialmente, una tolerancia de las flaquezas de
los demás, que parecía en él como una segunda
naturaleza.
Comprendía el valor de la salud, y no rehusaba
los cuidados, que ayudaran a conservársela; pero
era de gran edificación ver con qué tranquilidad
de ánimo se amoldaba a las incomodidades de la
estación y a otras inevitables molestias. Algunos
días hacía frío.
-íClaro está!, exclamaba, cada año tiene que
volver el frío; procurad abrigaros bien, para no
perjudicar vuestra salud.
En la estación del calor, en ciertos días de
bochorno, le habían oído decir:
-íBien, muy bien! Hacía falta esto, el campo
necesita calor.
((**It14.51**)) Y
celebraba las ventajas que el verano proporciona a
la naturaleza. Si estaba cansado, decía sonriendo:
-Es verdad, me he cansado algo. Como un día
tenga un ratito libre, quiero descansar.(**Es14.51**))
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