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larga discusión. Todos estaban de acuerdo en lo
honorífico de la proposición pontificia, pero
también en lo oneroso de la misma; había deudas
que pasaban de las trescientas mil liras y no
parecía, por tanto, prudente y aconsejable en
conciencia meterse en una empresa que iba a
tragarse millones. Se pasó de la discusión a la
votación y resultaron seis votos en contra y uno
sólo a favor, ciertamente el de don Bosco.
((**It14.581**)) Al ver
rechazada de aquel modo la proposición del Padre
Santo, sonrióse don Bosco y dijo:
-Todos me habéis dado un no rotundo, y está
bien, porque habéis actuado según la prudencia
necesaria a seguir en casos serios y de suma
importancia como éste. Pero, si en lugar de un no
me dais un sí, os puedo asegurar que el Corazón de
Jesús enviará los medios para levantar la iglesia,
pagará nuestras deudas y, además, nos dará una
buena propina.
Sus palabras, inspiradas en su gran confianza
en la Providencia de Dios cambiaron de repente los
pareceres, de modo que, repetida la votación, los
seis noes se convirtieron en síes. Es más, se
examinó el proyecto y se vio que era demasiado
pequeño por lo que, en aquella misma sesión
capitular, se acordó proponer al Padre Santo otro
más amplio y que resultase digno del Sagrado
Corazón y de Roma. Y así se hizo.
La propina no era otra cosa que el colegio, el
cual no entraba en las intenciones del Papa, pero
sería algo añadido, dado casi a título de premio
por el Sagrado Corazón. Las deudas de la
Congregación, como el Siervo de Dios había
prometido y como atestiguó el cardenal Cagliero en
los procesos 1, se pagaron sin que surgieran
ineonvenientes.
Inmediatamente se iniciaron las negociaciones.
Durante las mismas nació una nueva idea. El
Consejo Superior de la Juventud Católica Italiana,
con sede en Bolonia y presidido por el conde
Acquaderni, había acordado levantar un monumento a
la santa memoria de Pío IX, pero sin determinar la
forma. Sucedió, pues, que en mayo de 1880 el
Cardenal Vicario manifestó al presidente su deseo
de que se uniera el proyecto del monumento con el
de la iglesia que se iba a construir. Se
adelantaron diversas proposiciones, pero la más
aceptable pareció ser la de unir a la iglesia del
Sagrado Corazón una casa, que llevara el nombre
del difunto Pontífice y tuviera como fin formar
buenos y sabios educadores de la juventud. La
intención de honrar la memoria de Pío IX ya era
parte del programa ((**It14.582**)) para
la fundación
1 Summarium super virtutibus, número VI, De
heroica spe. & 149.
(**Es14.496**))
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