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((**Es14.493**) la Roma católica hiciese tan mala figura frente a los protestantes; ellos ya habían levantado en la ciudad santa algunos templos con cuantiosos fondos y los católicos no lograban levantar uno. Era un desdoro que pudieran decir que la voz del Papa había tenido tan débil resonancia en el mundo. He aquí por qué don Bosco, ponderando el pro y el contra, dudó tanto en un principio para eximirse de aquel peso tan grave. Pero vino por fin a sacarlo de todas sus dudas la palabra del Papa. En la suspiradísima audiencia del 5 de abril, manifestóle León XIII su propio deseo, asegurándole que, al dar su asentimiento, haría algo santo y gratísimo al Papa, porque era demasiada su pena ante aquella impotencia para continuar la obra comenzada. -Un deseo del Papa, contestó don Bosco, es para mí un mandato, acepto el encargo, que Vuestra Santidad tiene la bondad de encomendarme. -Pero yo no podré daros dinero, añadió el Papa. -Yo no pido dinero a Vuestra Santidad, sólo pido su bendición con todos los favores espirituales, que creyere oportuno conceder a mí y a cuantos cooperen conmigo a hacer que el Corazón de Jesús tenga un templo en la capital del mundo católico. Es más; si Vuestra Santidad me lo permite, levantaré también junto a la iglesia un oratorio festivo ((**It14.578**)) con un gran internado, donde, al mismo tiempo, puedan ser admitidos y encaminados a los estudios y a las artes y oficios tantos pobres muchachos, como especialmente en aquel barrio abundan. -De mil amores respondió el Papa, os bendigo, y con vos a cuantos cooperen a una obra tan santa, sobre la cual invoco desde ahora las bendiciones de Dios. Para las modalidades de la ejecución os pondréis de acuerdo con el Cardenal Vicario. Divulgada en Roma la noticia de que don Bosco había recibido del Padre Santo el encargo de fundar un colegio en el Castro Pretorio y levantar allí la iglesia del Sagrado Corazón, algunos miembros de izquierda de la junta municipal fueron al ministro de Gobernación, Villa, para saber qué conducta había que guardar con el nuevo instituto, que probablemente tomaría grandes proporciones. Todavía no habían pasado diez años después del asalto de Porta Pía; y al primer movimiento de nueva vida vaticana la secta daba la voz de alarma. Pero el Ministro, que a pesar de lo que era, conocía bastante bien a don Bosco y, como diputado representaba al colegio electoral de Castelnuovo de Asti, después de oírlos en silencio, dijo francamente a aquellos señores: (**Es14.493**))
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